Alba de Tormes

Alba de Tormes
Vista de Alba de Tormes. Anton van den Wyngaerde, 1570.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

EN EL ENTORNO DE LOS CASTILLA

Sé con toda seguridad que no soy la persona más adecuada para hacer un recorrido por los acontecimientos más señalados en estos últimos años de la familia Castilla, en primer lugar porque no pertenezco a ella por nacimiento, aunque sí por afinidad desde hace ya cerca de cuarenta años, cuando me casé con Mariví, ella sí componente de pleno derecho, y, en segundo lugar, porque no he podido vivir como protagonista muchos de ellos debido a la primera circunstancia señalada. Me limitaré, por tanto, a rememorar aquéllos en los que estuve presente o tuve alguna participación, fueran o no importantes para una mayoría de los componentes.

El abuelo Félix Castilla, origen de la rama familiar que nos ocupa.
La razón fundamental que me mueve a embarcarme en esta tarea es rendir homenaje, en la medida de mis posibilidades y con todo mi cariño, a una de las mujeres más extraordinarias que he conocido a lo largo de mis ya más de sesenta años de vida y que se nos fue, de forma prematura, inesperada y dolorosa, en la primavera de 2013, dejando un vacío muy difícil, por no decir imposible, de llenar. Ella supo, como nadie podía haberlo hecho, aglutinar alrededor de su persona a toda la familia  gracias a su magisterio, sus enseñanzas y sus consejos en el momento oportuno y preciso, y, fundamentalmente, gracias a que siempre estaba en el lugar adecuado donde y cuando más se la necesitaba.

 
Aunque he apuntado que mi relación con los Castilla se inició cuando conocí a Mariví en León hace ya cuarenta años, lo cierto es que no se ajusta totalmente a la realidad; anteriormente, a principios de los años 60, ya había tenido un primer contacto con ellos, ya que unos primos carnales de mi padre eran vecinos, en la calle Río Almar, de Lucinio y Pilar, así como de sus hijos Félix, Ángel y Luci; no fue una relación muy estrecha, pero conforme pasaban los años se hizo más sólida al coincidir frecuentemente en la Parroquia de Fátima y, más tarde, al convivir con Ángel durante algún tiempo en Linares de Riofrío.
 
 
 
Como es natural, de aquellos años de mediados del siglo XX no tengo más que alguna fotografía de las que guardamos en casa, pero éstas me hacen especial ilusión, en particular la de Juanita vestida de charra; desgraciadamente no tuve oportunidad de conocerla, pero no podía faltar de ninguna manera su recuerdo aquí. Su ausencia tan temprana fue excelentemente cubierta por Tita, por ello está más que justificado este mosaico fotográfico de ambas, con mi suegro, Antonio, y con Jaime, respectivamente.
 
 
En el verano del año 1974, ya con el despacho de teniente, me destinan a León y es allí donde conozco a Mariví; algunas curiosidades del noviazgo, que entonces era lo que se llevaba, no puedo dejar de mencionarlas. En la Navidad de ese año, en Salamanca, caminábamos por la avenida de Portugal cuando vi a Ángel por la otra acera; le dije a Mariví que iba a saludar a un amigo y mi sorpresa fue que ambos se abrazan efusivamente y me informan de que son primos carnales; la segunda sorpresa se produce cuando voy a recogerla para celebrar el Año Nuevo y me abre la puerta Tote, que había sido durante años mi profesor en los salesianos.
A principios del año siguiente, 1975, me destinan primero a la Agrupación de Tropas Nómadas en el Sahara y, posteriormente, después de Semana Santa, al Grupo de Regulares Tetuan núm. 1 de Ceuta; dado que la distancia hacía imposible desplazarse a no ser en los permisos de verano y Navidad y que éstos tampoco estaban asegurados por necesidades del servicio, decidimos celebrar nuestra boda en diciembre de ese mismo año.
 
 
El día 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, en la Clerecía de Salamanca nos comprometimos de por vida delante de mi familia natural y de aquella otra que, desde ese momento, empezaba a ser también la mía. Nadie nos obligaba a dar aquel paso, lo hacíamos en total libertad y con pleno conocimiento de lo que suponía dicho compromiso, dejándolo firmado solemnemente, como bien refleja la fotografía superior.
 
 
Después del preceptivo viaje de novios nos desplazamos a Ceuta, nuestro lugar de residencia; no obstante, fui agregado como profesor-instructor al Campamento de Monte la Reina durante el verano siguiente, lo que propició que María naciera en Salamanca.
 
 
Tras el bautizo en María Auxiliadora, regreso de nuevo a Ceuta para seguir con la vida diaria en la preciosa ciudad norteafricana, de la que guardamos maravillosos recuerdos, no en vano en ella tuvimos nuestro primer hogar, primero en el pequeño apartamento de la Residencia Galera y luego en una vivienda militar de la Plaza de España.
 
 
En el verano del año 77 asciendo a capitán y debo pedir destino; entre las distintas vacantes a cubrir, la de Zamora parece la más adecuada, dada su situación a medio camino entre Salamanca y León. La intención primera era residir aquí un par de años nada más, hasta encontrar otro destino que nos resultara más atractivo, aunque el tiempo se encargó de demostrar que la realidad iba a ser muy otra.
 
  
En la primavera del año 79 nace Juanga, también en Salamanca, en el Hospital de la Santísima Trinidad, y, como María, es bautizado en María Auxiliadora; entre los asistentes a la celebración posterior no podían faltar las "jóvenes promesas" de los Castilla.
 
 
Han comenzado los 80; el nacimiento de Rebeca nos regala el privilegio de ser sus padrinos. También ahora, esta es una decisión libre y consciente, no un mero trámite, y aceptamos encantados el compromiso y también la responsabilidad que lleva aparejada. Desde aquel mismo momento se convirtió en la "niña pequeña" de la casa, lugar que ha ocupado desde entonces y que seguirá siempre ocupando en lo sucesivo.
 
 
 No podía dejar pasar la oportunidad de mostrar la nueva imagen de Juanga en aquellos días, que causó furor entre la gente menuda hasta el punto de querer ir a la misma peluquería para poder imitar tan sofisticado aspecto.
 
 
Será ya a mediados de esa década cuando Toño decida que Marta también se incorpore con todos los honores a los Castilla; para ello, nada mejor que contar con la mejor madrina y los mejores pajes en la ceremonia celebrada en la iglesia de San Marcos de León.
 
 
Para no hacer demasiado extenso este relato, lo que sucedería si me detuviera en los acontecimientos de cada año, solamente voy a intercalar algunas fotografías de momentos puntuales ocurridos en esas últimas décadas del siglo XX, tales como la Primera Comunión de Juanga en la iglesia de Las Claras de Zamora.
 
 
El mosaico fotográfico superior corresponde al bautizo de Javier celebrado en León; nuevas caras se van incorporando al entorno Castilla, como Antonio y Emi. 
 
 
 
En un marco privilegiado como el Ayuntamiento de Salamanca es Gonzalo quien entra a formar parte de la familia Castilla. La plaza Mayor y la Sierra de Francia fueron los escenarios escogidos para posar y también celebrar el acontecimiento, al que se ha incorporado otra guapísima y pequeña componente, Alba.  
 
 
 
Una nutrida representación familiar junto a la novia, con la Sierra de Francia al fondo. 
 
                                                
 
 

Ahora sí que damos un gran salto en el tiempo para centrarnos en estos últimos años; así celebramos la Nochebuena en casa de Tita el año 2008.
 

 
Después de dar buena cuenta de los canapés que nos tenía preparados, regados con el vino correspondiente, abrimos los regalos que Papá Noel nos había dejado a cada uno, no sin antes haber levantado la copa con el ya clásico de estas fechas "el que haya nacido en ... que se ponga de pie".

 


 
A finales de febrero o primeros de marzo del año 2009, como cada año, celebramos el cumpleaños de Tita y de Rebeca. 
 
 
En estos dos mosaicos superiores podemos ver cómo abrieron sus regalos y con qué sofisticación posaron mostrando a la cámara parte de los mismos.
 
 
En junio de ese mismo año 2009 se llevó a cabo en Ledesma la primera concentración, que yo conozca, de la familia Castilla. En éste y los siguientes mosaicos fotográficos he pretendido dejar constancia de todos los asistentes a la misma en el restaurante donde tuvo lugar la comida.
 
 

 
Como se puede apreciar estaban representadas cuatro generaciones diferentes; los más veteranos, Vicenta, Nicolás, Pilar y Tita; de la segunda generación, Félix y Ángel, Mariví y Toño, Sonia y Rebeca, Nicolás y Reyes, como componentes en origen de la familia, acompañados en su caso de los respectivos "adoptados"; una nutrida representación también de la tercera generación y, por último, la cuarta generación que contó, en esta ocasión, con un único representante, aunque bien es cierto que consiguió dejar bien alto el pabellón.
 
  
 
A continuación nos desplazamos a la cercana finca de Ángel, donde pasamos una tarde muy agradable de baño y merienda, para rematar la jornada. En las fotografías superiores, la muestra de que también estuve, aunque no aparezca en el resto de fotografías por haber sido el encargado de dejar registro de la efemérides; en la de abajo, el grupo prácticamente al completo.
 

 
A comienzos de marzo del año siguiente, 2010, un nuevo cumpleaños y un nuevo escenario, pero dispuestos igualmente a dar buena cuenta de las viandas que hay quien elige debidamente, mientras otros nos dedicamos más a posar.

 
Parece que las cumpleañeras también en esta ocasión se habían portado bien, como demuestran los regalos que recibieron a los postres.
 
 
Los niños, mientras tanto, se dedicaban a sus cosas y, según se desprende de la imagen, se lo debían estar pasando en grande.
 

 
Para no ser repetitivo con las imágenes, una muestra de los diferentes y suculentos platos y de los no menos apetitosos postres en el cumpleaños del 2011. 
 

 
Aunque el marco que Tita y Rebeca habían elegido para celebrar en 2012 su cumpleaños, el Castillo del Buen Amor, es más que espectacular y bien merecía una mayor muestra fotográfica, me limitaré a estos dos mosaicos para dejar constancia del evento, ya que unos meses después estaba prevista una nueva boda en el seno de la familia y, con ella, una oportunidad singular para reunir a una gran mayoría de sus componentes.  

 
Espectacular llegada de la novia, acompañada de sus padres, en calesa tirada por caballos a la finca donde se celebró la boda,en los alrededores de Salamanca. 
 
 
 
Novios y padrinos luciendo, además de las galas propias de estos acontecimientos, la mejor de sus sonrisas antes de comenzar la ceremonia, oficiada, como se aprecia en la otra fotografía, no ajustándose a las normas generalmente establecidas, sino más bien tomando como modelo las más propias de las llanuras de Tennessee.
 

 
Celebrada la peculiar ceremonia, en los jardines se formaban los consabidos corrillos tomando un aperitivo antes de entrar al comedor. En las fotografías superiores, cuatro de las bellezas más impactantes, acompañadas, respectivamente, por el "fotógrafo intercambiable".

 
La representación leonesa al completo, con apoyo salmantino-zamorano, en la fotografía superior; en la inferior, la juventud mostrando y haciendo alarde de su fotogenia.
 
 
Los más veteranos se tomaban las cosas con calma, no en vano la experiencia siempre es y será un grado.
En la otra fotografía, el padrino más envidiado sin duda de toda la reunión, presumiendo sin recato alguno de sus dos ahijadas.
 
 
El espíritu de Elvis, cansado de penar por las riberas del Mississippi en los alrededores de Memphis, se vino a las orillas del Tormes a divertirse un rato con los Castilla y no pudo por menos que mostrarse así de contento al encarnarse en estos dos "tímidos" asistentes a la ceremonia.
 
 
 
Una pequeña muestra del interior del comedor antes de dar buena cuenta de la cena; había que acumular fuerzas para aguantar el ajetreo del baile posterior y el regreso a Salamanca, pero sobre todo con vistas a la jornada siguiente, la tornaboda en la finca ledesmina.
  







 
 
 
Sin ningún género de dudas, el protagonismo de la jornada campestre lo acapararon los integrantes de la, por ahora, última generación, que siempre estuvieron bajo la atenta mirada y cuidados, fundamentalmente, de padres y tíos, pero también de los abuelos y del resto del grupo.
 


De las generaciones intermedias, unos prefirieron descansar plácidamente en las hamacas, otros en las sillas de jardín, otros directamente en el césped, pero como denominador común a todos, la tranquilidad y el sosiego que proporciona la vida en el campo, lejos de la polución, el asfalto, los coches, las prisas, en fin, el ajetreo urbano del día a día.  
 




Más muestras de sosiego y absoluta calma, aprovechados para charlar plácidamente en unos casos, para dar cuenta de la excelente paella que nos prepararon, para hacer cosquillas y arrumacos a la hermana pequeña, ... Tal vez esto sea el "carpe diem", el adagio latino acuñado por Horacio para enseñarnos cómo hemos de aprovechar el tiempo y no malgastarlo en tonterías que no llevan a ninguna parte.
 
 
 
 
 
 
 
Con estas otras imágenes vamos a dar por terminado el reportaje fotográfico de la tornaboda y nada mejor que los anfitriones para cerrar la sesión.
 


 
Han pasado rápidamente los años y aquella niña que bautizábamos en la iglesia de la Purísima se ha convertido en una treintañera; este 2014 celebramos su cumpleaños en Zamora y, como muestra de tal evento, aquí queda constancia de la tarta, el momento de apagar las velas y posando con uno de los regalos que recibió.


 
También hubo tiempo para que Sonia y Reyes demostraran sus dotes como bailarinas recordando juegos de la infancia, jaleadas en todo momento por los emocionados espectadores, y para posar junto a la homenajeada en la terraza de casa.
 
Ya ha pasado la fiesta de la Inmaculada y pronto llegarán Nochebuena y Navidad, así como el Año Nuevo 2015; pero esa ya será otra historia que alguno de los más jóvenes Castilla se animará a contarnos cuando pase algún tiempo.