Alba de Tormes

Alba de Tormes
Vista de Alba de Tormes. Anton van den Wyngaerde, 1570.

lunes, 23 de mayo de 2016

IGLESIA DE SAN TORCUATO. ZAMORA

Intramuros del segundo recinto amurallado, dando nombre a la puebla que se formó en su entorno y a la puerta cercana de la muralla, se encontraba la iglesia de San Torcaz o San Torcuato, en lo que hoy es la Plaza del Maestro.  Aunque se tiene por iniciado dicho segundo recinto hacia 1230, es muy posible que hubiera una muralla anterior levantada en tapial, ya que un documento de 1138, al referirse al monasterio de San Torcuato, dice que estaba situado "inter ambos muros".


En una excavación arqueológica del año 2007 aparecieron restos pertenecientes a la iglesia románica hoy desaparecida, que constituyó en su momento una importante colación. Fue demolida en 1837 y la parroquia y la advocación se trasladaron a la iglesia del convento de los Trinitarios, que acababan de ser exclaustrados.



En la ilustración superior, detalle del plano de Zamora y sus contornos hacia el año 1700 y su explicación; en él se aprecia el convento de los Trinitarios con su claustro y su iglesia, que tiene planta de cruz latina; también, señalada con la letra "R", Parroquia de San Orcato; con el número "30", Casa Santa (1); y con el número "44", Puerta de Santo Orcato
Extramuros, un crucero y con el número "31" la Ermita del Santísimo Cristo del Camino.





































Puerta de San Torcuato, derribada en 1890 tal como se lee en la fotografía, y su huella actual en la calzada señalada con adoquinado, así como la del lienzo de la muralla, en las imágenes superiores; en las otras dos, el edificio que hoy se levanta en el solar de la Casa Santa y la fachada principal del antiguo convento de Trinitarios junto a su iglesia. Finalizada ésta se iniciaron las obras del convento, que tras los procesos desamortizadores fue sede del Gobierno Militar, cuartel de Carabineros, cuartel de la Guardia Civil y jefatura provincial de Sanidad. En 1985 se adecuó el viejo inmueble para albergar el Colegio Universitario, que conservó el antiguo claustro conventual.


A finales del siglo XVI, concretamente en 1592, llegan los trinitarios calzados a Zamora y reciben del licenciado Rui Díaz de Villacorta, que ejercía el patronato de la Casa Santa de Jerusalén, una casa, huerta y otros terrenos de su propiedad colindantes con la capilla del Calvario, que se convierte en la iglesia de la nueva fundación.
Dificultades económicas retrasaron hasta bien entrado el siglo siguiente el inicio de las obras del convento, que se prolongaron hasta después de mediada la centuria; hacia 1670 se decide la construcción de un nuevo templo y abandonar la capilla del Calvario como iglesia conventual. Encima del escudo de la Orden que se ubica en el frontón de la portada se lee perfectamente la fecha de 1673, muestra del buen ritmo que al principio llevaban las obras.


La fachada barroca de la iglesia hubo de ser retranqueada debido a la estrechez de la calle, creando un atrio trapezoidal, y realzada sobre graderío. La portada se articula a modo de retablo, en cuyo piso inferior se abre la puerta de acceso al templo, adintelada y flanqueada por pilastras; en el frontispicio, un relieve de la Trinidad con el ángel liberador de cautivos en la gloria sobre las figuras de los fundadores de la Orden, San Juan de Mata y San Félix de Valois. En el frontón partido, como ya se ha señalado, el escudo propio de la rama de los Trinitarios calzados, una Cruz de Malta, que aparece igualmente representado bajo pirámides a ambos lados del relieve central. La espadaña de tres vanos que remata el hastial es de fecha posterior al resto de la fachada.
Parece que en 1676 las obras del templo estaban casi terminadas, pero la aparición de la peste retrasó la finalización al impedirse la entrada de materiales de construcción al interior de la ciudad. Por fin, el 31 de mayo de 1681 se instaló la Eucaristía y la iglesia se abrió al culto.





































La planta de la iglesia es de cruz latina; en el crucero voltea una cúpula encamonada semiesférica o de media naranja sobre las pechinas, decoradas con pinturas de hermanos trinitarios, de los cuatro arcos torales; está decorada con puntas de diamante y motivos geométricos, que se repiten en las bóvedas tabicadas en ladrillo; éstas son de cañón con lunetos en la Capilla Mayor, en los brazos del crucero y en los cuatro tramos de la nave, estando muy rebajadas las del sotocoro.
Tanto los arcos torales como los perpiaños están volteados con sillería.







































En los muros de la nave unas pilastras de tipo toscano, que parten de un zócalo muy somero, definen, como ya se ha señalado, cuatro tramos; en el primero, junto al crucero, dos altares enfrentados son idénticos en cuanto a composición y estructura. El del muro del lado de la epístola está dedicado a la Virgen con el Niño en brazos, imagen realizada por Juan Ramos en el último cuarto del siglo XVI, mientras que el del lado del evangelio acoge una escultura de María Magdalena atribuida a Felipe de Espinabete.





















También en el muro de la epístola, encajado en un hueco del segundo tramo, encontramos un retablo en el que recibe culto la Virgen del Canto.






















Varios lienzos adornan también los muros de la nave; aunque de temática variada, dominan las representaciones pasionales surgidas de los postulados estéticos promovidos por el Concilio de Trento, que tuvieron como consecuencia la aparición de nuevas devociones encaminadas a completar los detalles de la Pasión no proporcionados por los evangelios canónicos.
Destaca por su singularidad y valor simbólico uno de ellos, anónimo del siglo XVII, que representa a Cristo despojado de sus vestiduras, con el perizonium únicamente por todo ropaje y el manto púrpura en el suelo, de rodillas sobre la cruz; también está representado Dios Padre como un anciano de barba y pelo grisáceo, bendiciendo con la mano derecha y recogiendo el mundo una vez redimido que le ofrece el Hijo. Distribuidos por el cuadro aparecen distintos instrumentos de la Pasión, como son la columna, una escalera, martillo y tenazas junto a tres clavos retorcidos, etc.


A la derecha del coro, que ocupa la parte alta de los dos tramos posteriores a los pies de la nave, en un balconcillo adosado al muro, está situado un órgano de aspecto exterior austero; fue fabricado por Cándido Cabezas en 1834, tal como se lee en una inscripción, y reformado por De Bernardi Hermanos en 1897, también inscrito en una leyenda situada en la tapa del teclado. Posteriormente, ya en 1982, maestros organeros de Orgamusik instalaron un ventilador eléctrico, encargándose igualmente desde entonces de su cuidado periódico.






En el brazo sur del crucero se abre la capilla de San Simón de Rojas (2), construida en 1771 por Francisco Castellote; la portada se compone de un vano bajo arco de medio punto flanqueado por pilastras sobre altos pedestales que sostienen un entablamento muy decorado, al igual que las enjutas y todo el conjunto en general. En el brazo septentrional, con la misma composición de esta portada, aunque sin vano de acceso, recibe culto un crucificado bajo la advocación de Cristo de la Esperanza.


El retablo de la capilla de San Simón de Rojas, donde recibe culto una imagen del Corazón de Jesús, es obra del marmolista italiano Andrés Verda; realizado en estucos con elementos rococós y neoclásicos, se compone de un nicho enmarcado por pilastras y rematado por un ático en forma de peineta.
A ambos lados del mismo, las imágenes de la Virgen del Carmen y de Santa Marta.





La capilla se cubre con una cúpula encamonada, en la que se abre una linterna para iluminar la estancia, elevada sobre pechinas.
Imágenes sobre peanas decoran los laterales, representando a San Nicolás de Bari y Santa Teresa de Jesús, respectivamente a izquierda y derecha de la capilla. Aquél con su iconografía propia, mitra y báculo en la mano derecha que le señalan como obispo, tres manzanas sobre un libro en la mano izquierda (aludiendo a los regalos que dona a los pequeños por Navidad) y a los pies, unos niños emergiendo de una cubeta (recordando el milagro de resucitar a tres niños que habían sido asesinados y ofrecidos como comida por un posadero). Santa Teresa, a su vez, con los suyos: birrete doctoral en la cabeza, paloma representando al Espíritu Santo sobre el hombro derecho, libro en su mano izquierda y pluma en la derecha.





















Los dos retablos colaterales de la iglesia de la Trinidad responden al modelo impuesto por el ensamblador Cristóbal Ruiz de Andino y el escultor Alonso Fernández de Rozas en la Capilla Mayor de la iglesia de la Concepción, donde se emplearon por primera vez los fustes helicoidales en Zamora.
En su escritura de enterramiento, don Diego Altamirano de las Cabezas se comprometía, para ser enterrado en el hastial del crucero del lado del evangelio, a costear el retablo colateral de dicho lado, que albergaría una imagen de San José propiedad del convento y que debía ser igual al del lado de la epístola, dedicado a la Inmaculada Concepción.





















En el ático aparece representada la Inmaculada Concepción; en el banco, bajo un arco trilobulado que acoge en el central una pequeña imagen de la Virgen con el Niño, se ubica la puerta del Sagrario, donde está pintada la imagen de Jesús Resucitado.







































Las basas de las columnas salomónicas que enmarcan el cuerpo del retablo están decoradas con pinturas que representan, fundamentalmente, beatos pertenecientes a la Orden Trinitaria, entre los que figura el titular de la Capilla contigua, Simón de Rojas; otra de las imágenes muestra a San Juan Bautista, claramente identificado por sus atributos característicos, como son el libro que sujeta con la mano izquierda sobre el que reposa un cordero y una cruz de caña en la mano derecha con la leyenda "Ecce Agnus Dei ...".


Delante del altar se sitúa la pila bautismal, no en vano, como ya se ha comentado, a partir de 1837 la iglesia conventual trinitaria pasa a ser la parroquial de San Torcuato.



La participación de Ruiz de Andino, a juicio de los expertos, no está suficientemente acreditada, aunque sí parece segura la de Rozas, que gozaba de enorme prestigio en la ciudad como autor de las imágenes de San Francisco y San Antonio de Padua para la Concepción, hoy expuestas en el Museo Catedralicio.
La Inmaculada que preside este retablo responde a las características más acusadas de Alonso Fernández de Rozas, que prescinde del manto cónico que ha impuesto Gregorio Fernández para esta iconografía, lo que se traduce en un distinto tratamiento de las telas y en una mayor estilización y gracia de la imagen.
Tiene como modelo la imagen titular del retablo mayor de la capilla de don Gabriel López de León en la iglesia de San Ildefonso, aunque esta de San Torcuato es de mayor porte; conserva la policromía original y repite la disposición corporal y el movimiento de telas de aquélla.




En el ático hay una pintura representando la Anunciación y en el banco, debajo de la imagen titular del retablo, una hornacina con expositor que contiene una reliquia.























Las basas de las columnas salomónicas, al igual que en el otro retablo colateral, se decoran con pinturas que también repiten aquellos mismos temas.





















En los muros de la capilla mayor se han colocado una imagen de San Torcuato (3) y un arca, respectivamente; según cita el canónigo e historiador don José Ángel Rivera de las Heras, ésta es del siglo XVI y contiene una caja policromada de la primera mitad del XIV con las reliquias de San Boal (4), mártir y santo zamorano de los primeros años del cristianismo.
No obstante, en la página web de la localidad zamorana de Manzanal del Barco hay un documento sin título en el que se señala que en 1947 se reúnen el párroco de San Torcuato, un notario eclesiástico y un catedrático numerario, junto a un médico, con aprobación y licencia del obispo de la diócesis, para abrir el arca y clasificar su contenido; además de las reliquias de San Boal contiene el arca dos cajitas, "una de madera antigua, tamaño pequeño, al parecer del siglo XII" y otra "de madera con aplicaciones de marfil y con figuras en la tapadera de tipo románico-gótico".
A continuación se dan las medidas del arca: noventa y cinco centímetros de larga, cuarenta y cuatro de ancha por cincuenta de alta y se cita que, con autorización del obispo, en febrero de 1948 el párroco mandó hacer unas palomillas de hierro para colocar el arca en la pared de la sacristía.


El retablo mayor es, según opinión mayoritaria de los especialistas que se han ocupado del tema, lo más destacado, artísticamente, de todo el templo. Será en 1710 cuando se encargue su realización al ensamblador zamorano Francisco Pérez de la Carrera, que había trabajado a principios de ese siglo XVIII en Medina de Rioseco en el retablo de la iglesia de Santiago Apóstol o Santiago de los Caballeros trazado por Joaquín de Churriguera.
Para el retablo mayor de esta iglesia trinitaria sigue el modelo del trazado por José Benito Churriguera en la iglesia del convento dominico de San Esteban, en Salamanca; así, se emplean estípites en el ático y como elementos decorativos telas colgantes y multitud de figuras de niños.
Todo parece indicar que estaba terminado en 1716, incluida la escultura, porque ese año se reciben donaciones para el dorado del conjunto.




El toresano Antonio Tomé es el elegido por Francisco Pérez para realizar toda la talla del retablo, con excepción de las imágenes de los fundadores y la Virgen con el Niño, obras anteriores ya previstas en principio para ser incorporadas al resto, que son los dos grandes relieves y cuatro esculturas de bulto, dos para el banco y dos para el ático. Es el mejor conjunto de imaginería barroca del siglo XVIII en Zamora.
En las fotografías superiores se muestran la imagen del Resucitado en la puerta del Sagrario, también obra de Antonio Tomé, las dos esculturas del banco, Santa Inés y Santa Catalina de Alejandría, respectivamente, y también la talla ya citada de la Virgen con el Niño, bajo la advocación de la Virgen del Remedio, situada en un baldaquino por encima del Sagrario; a juicio de los expertos recuerda el estilo de Alonso de Rozas, aunque también señalan que la composición y el tratamiento de los paños permitirían atribuirla al salmantino Juan Rodríguez. 



En la calle central del cuerpo del retablo destaca el relieve de La Trinidad, con figuras casi de bulto redondo; en la gloria conformada por nubes y querubines, enmarcada por cortinajes que mantienen abiertos unos niños, aparecen las figuras del Padre, con cetro en la mano izquierda, tiara y larga barba, sosteniendo la bola del mundo con la derecha junto al Hijo, con la cruz sostenida por su brazo izquierdo, y el Espíritu Santo, representado como es habitual en forma de paloma.
A destacar las cuatro columnas salomónicas, con cinco espiras cada una y una decoración vegetal a base de racimos y hojas de vid, en clara alusión a la Eucaristía.
Sobre el relieve, el escudo de la Orden Trinitaria perteneciente a la rama de los calzados, que ya hemos citado en numerosas ocasiones por estar profusamente representado en todo el templo; está sostenido por ángeles tenantes.
A ambos lados de este relieve principal, en las calles laterales, las imágenes ya mencionadas también de los santos fundadores, San Juan de Mata y San Félix de Valois, en sendas hornacinas; los expertos señalan que pueden ser obra de José de Rozas y Juan de Ávila o de su círculo más cercano.   



En el otro relieve, situado entre estípites en el ático, que a su vez se adapta a la curvatura de la bóveda, se representa el Ángel liberador rompiendo las cadenas de los cautivos. En ambos relieves la talla es más dura que en las esculturas de bulto redondo, pero el autor ha querido marcar los rasgos anatómicos de los torsos desnudos y utilizar ricos ropajes para vestir las imágenes.
En los extremos del ático, las imágenes de San Miguel de los Santos y San Juan Bautista de la Concepción. Como características fundamentales, no sólo de estas dos imágenes, sino también de las del resto de bulto redondo, se pueden citar los rostros redondeados y con mentón prominente, la boca pequeña y la nariz afilada.


















Otros elementos a señalar son la cruz parroquial, realizada a finales del siglo XVI por el platero zamorano Antonio Rodríguez, y la representación de un sol dorado sobre la cruz patada con los brazos en rojo y azul, escudo de la Orden en su rama de Trinitarios calzados como ya se ha señalado en distintas ocasiones, situada en el centro de la bóveda de cañón que cubre la capilla Mayor.
En la otra imagen, decoración del sotobanco del retablo Mayor.


NOTAS.-

(1).- Así como hasta el siglo XIII la teología había fijado la devoción de forma casi exclusiva en la divinidad de Cristo, las enseñanzas de san Francisco de Asís mueven a los fieles y devotos a contemplar también su existencia humana, en particular los acontecimientos de la pasión y muerte en Jerusalén.
Aunque los evangelios canónicos apenas dan detalles del trayecto recorrido por Jesús camino del Calvario, los peregrinos que acuden a la Ciudad Santa ya desde los inicios del cristianismo establecieron una Vía Dolorosa, (fijando incluso su distancia: 1.321 pasos), señalando una serie de hechos acaecidos en la misma, que darán posteriormente origen al ejercicio piadoso conocido como Vía Crucis.
Ante las crecientes dificultades para peregrinar a Tierra Santa, este "Camino de la Cruz" conoció una fulgurante expansión patrocinada primordialmente por los franciscanos, llevando implícita la construcción de humilladeros, oratorios, capillas y cruceros, que en muchas ocasiones copiaban incluso las medidas y distancias reales de los edificios originales en la vía sacra jerosimilitana.
Aquí en Zamora tenemos como ejemplo el oratorio de la Casa Santa de Jerusalén, junto a la puerta de San Torcuato, ermita erigida en el siglo XV por Alfonso Fernández Cuadrado, canónigo de Zamora, que visitó en dos ocasiones Jerusalén para copiar la misma hechura del Santo Sepulcro. Muy próximo al lugar donde hoy se levantan las Tres Cruces se ubicaba la ermita del Calvario, desde donde partía el itinerario penitencial que finalizaba en la mencionada Casa Santa tras recorrer cinco capillas intermedias, en las que se conmemoraban escenas de la vía dolorosa.
Todas estas ermitas y capillas fueron derribadas a finales del siglo XVIII ante su estado de abandono; a principios del siglo siguiente se levantaron cruces de piedra para señalar las distintas estaciones del Vía Crucis, algunas de las cuales se mantuvieron en pie hasta los años 40 del siglo XX. En la actualidad se conserva el humilladero de las Tres Cruces, así como otro crucero junto a la fachada de la ermita conocida hoy como del Carmen del Camino, que fue reedificada cerca de su antiguo emplazamiento en 1967.

(2).- San Simón de Rojas.
Nacido en Valladolid a mediados del siglo XVI, fue ordenado sacerdote en el convento de la Trinidad calzada de dicha ciudad, donde había ingresado siendo casi un niño. Tras estudiar en la Universidad de Salamanca fue profesor de Filosofía y Teología en Toledo. En 1619 se traslada a Madrid, donde es nombrado preceptor de los infantes de España y confesor de la reina.
Muy devoto de la Virgen, fundó la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, que se dedican al cuidado de pobres y enfermos. Igualmente escribió una liturgia dedicada a María, cuyo rezo extendió a toda la Iglesia el papa Inocencio XI.
Murió en Madrid en 1624. Fue beatificado por Clemente XIII en 1766 y canonizado por Juan Pablo II en 1988.

(3).- San Torcuato.
Según la tradición hispánica, los encargados de traer el cristianismo a Hispania en el siglo I fueron los conocidos como Siete Varones Apostólicos. Como no existe documentación al respecto, no se sabe si fueron romanos o indígenas, ni la ubicación de las iglesias que fundaron; sin embargo, sí se da el nombre de ellos, señalando que uno era San Torcuato.
Se le considera fundador de la diócesis de Guadix, en Granada, donde le celebran como patrón y donde fue martirizado y enterrado. Sus restos serían trasladados en el siglo X a Galicia, donde hoy reposan en el monasterio de San Rosendo de Celanova, en Orense.

(4).- San Boal.
Según la tradición, Boal era un muchacho zamorano problemático que rondaba siempre allá donde había robos y se cometían las peores fechorías. Milagrosamente se dio cuenta de su mala vida cuando estaba robando un carro con su yunta de bueyes y, a partir de ese momento, su vida cambió de forma radical
Parece ser que se trasladó a las orillas del Esla en la zona de Manzanal del Barco, donde construyó un hospital y ayudaba a los peregrinos a cruzar el río en su peregrinaje hacia el noroeste hispano mediante una barcaza.
Sorprendido un día por soldados romanos mientras rezaba, fue atravesado allí mismo con una lanza y abandonado el cadáver a su suerte; inmediatamente comenzaron a sonar las campanas de todos los alrededores y los aldeanos trajeron un carro para trasladar sus restos. Sin que nadie dirigiera a los animales, éstos se pusieron en marcha y no se detuvieron hasta llegar a la iglesia de San Torcuato en la capital, cuya campana comenzó a tañer por sí sola, lo que se consideró una señal divina para que se diera allí sepultura a Boal.
En 1947 se abrió el arca y se comprobaron los restos


FUENTES.-
  
- RIVERA DE LAS HERAS, J.A. "Por la catedral, iglesias y ermitas de la ciudad de Zamora". 
  Edilesa, 1ª edición. 2001
- FERRERO FERRERO, F. "La configuración urbana de Zamora durante la época románica".
  Studia Zamorensia. ISSN 0214. Nº 8. 2008
- CABAÑAS VÁZQUEZ, C. "Las huellas del tiempo en el plano de Zamora". Ayuntamiento de Zamora 2002
- VASALLO TORANZO, L., ALMARAZ VÁZQUEZ, M. M., BLANCO SÁNCHEZ, J. "Antonio Tomé en el retablo de los trinitarios de Zamora".