La visita a la Villa Ducal durante este año 2015 era obligada, no en vano se cumple el V Centenario del nacimiento de la Santa; con este motivo, la edición actual de las Edades del Hombre tiene sus sedes en Alba y Ávila. Si había acudido con anterioridad a la mayoría de lugares de la Comunidad donde ya se han celebrado las sucesivas muestras, no podía faltar a la cita precisamente en esta ocasión.
También estuve en Ávila hace un par de meses, pero he decidido dejar este tema para otra entrada; en ésta me voy a centrar precisamente en el nuevo Museo Carmelitano, que todavía no conocía en su totalidad, a pesar de llevar abierto más de un año, desde junio de 2014.
Entre la Basílica y la cabecera del Convento de las Madres, las naves de nueva construcción comunican con los camarines del templo. Debido a la gran cantidad de fotografías que pude tomar, ya que me era difícil escoger entre las distintas obras expuestas dada la gran calidad que atesoran, dividiré la entrada en dos partes, la primera dedicada únicamente a las nuevas salas inauguradas más recientemente y una segunda a la parte del museo que ya conocía de visitas anteriores.
No quería iniciar el recorrido sin fijarme especialmente en esta imagen de Pedro de Mena, hasta ahora mantenida en clausura y sólo expuesta Viernes y Sábado Santos; ejerce sobre mi tal fascinación que, durante años, acudía en esas fechas a la villa únicamente con el fin de poder contemplarla muy cerca sentado en un banco de la iglesia. No sabría explicar con precisión la calma, el sosiego, la tranquilidad que me infundía durante el largo rato que permanecía delante de ella.
Tallada en torno a 1675, nada tiene que envidiar a otras Dolorosas del mismo autor, como las de las Descalzas Reales en Madrid o las de Granada y Sevilla; el dulce semblante en el rostro de una afligida mujer joven y hermosa, detalles tales como botones, puños y ropajes en general, con pliegues que transmiten impresión de movimiento, la policromía de la imagen, ... mitigan el patetismo propio de la escena, que se proyecta en los elementos propios de la Pasión como clavos, sudario o corona de espinas.
En pintura, destacar un tríptico de la Pasión y una copia de Guido Reni representando a Cristo curado por los ángeles; este cuadro está flanqueado por otros dos, obra del pintor de la corte Flipart de mediados del siglo XVIII, representando a San Fernando y a San Francisco de Paula.
En la sala dedicada a orfebrería litúrgica encontramos en el centro una imagen de bronce y oro molido que representa a San Miguel venciendo a Satanás; rodeando la basa, cuatro sirenas aladas de doble cola le dan un aspecto cortesano, más que conventual.
Espléndido el conjunto de frontal de altar y gradas de plata obra de Francisco Villarroel en 1734, que cubría el altar mayor de la iglesia durante buena parte del año.
Destaca igualmente un conjunto de cruz procesional y ciriales en plata, así como diversas bandejas y otros objetos de culto.
Dos expositores de plata del siglo XVIII presentan corazones transverberados sobre discos solares; en uno vemos un relieve representando a la Santa frente a un Cristo atado a la columna; delante del otro se ha colocado una cruz de altar de finales del siglo XIX trabajada en madera, plata y bronce.
En varias vitrinas, distintas custodias de labra extraordinaria en plata, adornadas con perlas y pedrería, así como diferente vajilla litúrgica y objetos de altar tales como cálices, copones, cruces, candeleros y leones chinos de cerámica, entre otros..
Junto a un cáliz de filigrana en plata con adornos dorados del siglo XVIII encontramos el relicario, también de plata con aplicaciones doradas, que guarda la Cruz del rayo; muy cerca, en una vitrina, un birrete octogonal de oro adornado con piedras preciosas regalado a la Santa en 1922; en él está representado el Espíritu Santo, así como diversos escudos de España, el Vaticano o el Carmelo.
No podía dejar esta sala sin mencionar el escaparate de taracea y marfil denominado "La Alhaja", que muestra un fantástico relieve en su interior; marfil, plata, carey, coral, nácar, ..., conforman los adornos de este extraordinario conjunto datado a principios del siglo XVIII.
En la sala de ornamentos de culto se puede contemplar un muestrario importante de casullas, dalmáticas y capas pluviales en seda y tisú de plata y oro, así como estolas, paños de cáliz, bolsas de corporales, ... y diferentes brocados y telas bordadas por las propias monjas.
En la sala dedicada al trabajo conventual, que preside el altar de la antigua capilla de San José, dos ruecas para el hilado, arcones, planchas, tijeras y braseros, entre otros muchos objetos.
Ascendemos a la planta alta y encontramos una extensa pinacoteca dividida en dos ambientes por un escritorio de mesa con tapa abatible.
En uno de los ambientes se exponen óleos de gran formato, entre los que podemos destacar una Piedad, Jesús entre los doctores y la Asunción de la Virgen.
De tema teresiano se puede ver una obra de Juan García Miranda titulada Paroxismo de Santa Teresa realizada en 1753. Parece ser que, en su juventud, la Santa sufrió un episodio cataléptico que duró cuatro días; fue dada por muerta y hubiera sido enterrada de no mediar la oposición expresa de su padre.
En el segundo ambiente encontramos una vitrina con obras sobre distintos soportes, como cobre, lienzo, papel, ágata, nácar o madera.
Colgadas en la pared distintas obras de indudable valor artístico, entre las que es preciso mencionar la Virgen con el Niño, de Luis de Morales, o el Cristo con la Cruz a cuestas, obra de Palmezzano.
No desmerecen en absoluto otros cuadros y dos trípticos, uno de oratorio dedicado a la Pasión, con un Ecce Homo en su parte central, Cristo atado a la columna y con la Cruz a cuestas en los laterales, óleo sobre tabla de finales del XVI, y el otro representando a la Virgen de la Paz con el Niño en el centro, mientras que en los laterales se muestra la Adoración de los pastores y la Huida a Egipto, respectivamente, también óleo sobre tabla del siglo XVI.
No quería obviar un cuadro de Nuestra Señora de la Vega, patrona de Salamanca, así como el estandarte de canonización de Santa Teresa; aunque tomé varias fotografías de este último citado, los reflejos no permiten que se aprecie con claridad, por lo que he incorporado la fotografía que aparece publicada en la página oficial del Museo.
Fotografía que aparece publicada en www.carmelitasalba.org |
En la escalera se expone un cuadro de Sebastián Herrera Barnuevo, titulado Cristo vencedor de la muerte, con un marco espléndido en cuyo copete se aprecia claramente el escudo carmelitano.
Así termina el recorrido por las nuevas cinco salas de exposición que no conocía; como he señalado en más de una ocasión, fueron más las fotografías que tomé que las que acompañan este trabajo, pero era preciso seleccionar para que no fuera demasiado extenso.
Seguro que me he dejado en el tintero alguna obra digna de señalar, pero tengo intención de volver no tardando mucho para disfrutar mejor de todo el recorrido, ya que en esta ocasión la prioridad fueron las fotografías. Es muy probable que tenga que añadir algún contenido adicional, porque estoy convencido de que he pasado por alto algunos cuadros u objetos que debía haber mencionado.
http://www.carmelitasalba.org/
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