Tal como propone el anuncio de una conocida marca de turrón, a mi me gusta volver a casa cada año por Navidad, al piso que adquirieron mis padres en el año 70 del siglo pasado y donde hoy sigue residiendo mi hermana; allí acudimos en estas fechas toda o la mayor parte de nuestra familia, recordando los mayores nuestras vivencias tanto aquí como en la casa donde nacimos, a no más de doscientos cincuenta metros de ésta, y donde transcurrió toda mi infancia y mi adolescencia.
Me gusta pasear por los alrededores, ahora tan cambiados, recordando el colegio de párvulos de Las Mimosas en el que aprendimos muchos chicos del barrio nuestras primeras letras, la construcción de la parroquia de Fátima que vimos levantar desde el día en que pusieron la primera piedra, lo que fueron descampados donde jugábamos al fútbol en Los Palos y junto a la Campsa, el puente sobre el paseo de la Estación, entonces General Mola, y la vía del ferrocarril en lo que hoy es la avenida de Portugal, y tantos otros lugares que permanecen aún vivos en mi memoria.
A finales de los años 50 empecé a estudiar en el colegio de María Auxiliadora, del que guardo un recuerdo entrañable y numerosos compañeros con los que todavía hoy mantengo estrecha relación de amistad y con los que me reúno habitualmente cada año.
En la fotografía superior, más antigua, se observa el terraplén de la vía del tren, que tenía que cruzar cada día desde mi casa para entrar en el colegio por la puerta de los carros, accediendo al patio todavía de tierra. En la inferior, ya de finales de los años 60, se ha asfaltado el patio, se han construido los nuevos urinarios y remodelado sus alrededores, se han levantado nuevas edificaciones en el entorno y ha desaparecido la vía, permitiendo ubicar allí, junto a la tapia del colegio, las casetas y atracciones de ferias.
Y qué decir del cine España donde disfrutábamos de aquellas inolvidables sesiones matinales los domingos y festivos. Ídolos deportivos como Kubala o Di Stéfano en Once pares de botas, La saeta rubia, ..., José Luis Ozores en Recluta con niño, El tigre de Chamberí, ..., Manolo Morán en Manolo guardia urbano; películas de "romanos", como Helena de Troya o Rómulo y Remo, del oeste, como Apache o Era el comandante Callicut, bélicas como Los puentes de Toko-Ri, Duelo en el Atlántico o El puente sobre el río Kwai, en fin, tantas y tantas películas que nos hicieron vivir formidables aventuras en nuestros sueños infantiles.
En estos dos últimos años he aprovechado, sobre todo las tardes, para dar grandes paseos por la ciudad, acompañado de mi cámara de fotos, y así rememorar aquellos lugares que recorría habitualmente en mi infancia y juventud, antes de abandonar Salamanca para cursar mis estudios y desarrollar, posteriormente, mi vida profesional.
He querido empezar el primer recorrido por la que fue mi parroquia, San Juan de Sahagún, hasta que se levantó el templo de Nuestra Señora de Fátima en el barrio Garrido.
Imagen tomada de "Historia de Salamanca" publicada por La Gaceta Regional en 1996. |
He querido empezar el primer recorrido por la que fue mi parroquia, San Juan de Sahagún, hasta que se levantó el templo de Nuestra Señora de Fátima en el barrio Garrido.
En las ilustraciones, la estatua del santo obra de Valeriano Hernández, el gran pináculo que culmina su torre y que nos recuerda la Torre del Gallo de la Catedral Vieja y una vista del ábside y brazo del crucero del lado de la epístola.
Fue erigida durante el episcopado de Fr. Tomás Cámara y Castro sobre el solar de un antiguo templo dedicado a San Mateo, cuyos sillares se reutilizaron, al igual que los de las iglesias de San Justo y Santa Eulalia, que también habían sido suprimidas como parroquias por el artículo 3º del decreto del obispo de 31 de diciembre de 1886 referente a la reorganización de la diócesis.
Colocada la primera piedra en 1891, fue consagrada el 12 de octubre de 1896 bajo la advocación del patrono de Salamanca, San Juan de Sahagún o de San Facundo, como reza en la fachada. A ambos lados de dicha dedicatoria, los relieves fundidos, obra de Aniceto Marinas, que representan dos de los milagros que se le atribuyen, el salvamento de un niño que había caído y estaba a punto de ahogarse en el pozo amarillo y la pacificación de los bandos.
Según señala el tomo VII de la Historia del Arte de Castilla y León, " el medievalismo fácilmente adquirió una doble apertura en la segunda mitad del siglo (XIX). Por un lado se constituía como un lenguaje de moda ... Por otro, el medievalismo se convertía en un campo de experimentación constructiva y teórica con los monumentos del pasado". En este caso, la iglesia fue construida en estilo neorrománico por el arquitecto don Joaquín de Vargas, que tomó como modelo la Catedral Vieja reproduciendo su esquema en el interior.
En la fachada, debido a la menor monumentalidad del románico, debió cambiar el mimetismo formal del resto del edificio.
En las ilustraciones superiores una muestra de ello: capiteles, rosetón, canecillos, cornisas, etc. rememoran la decoración exterior de las viejas iglesias románicas de la repoblación.
Canecillos de rollos sosteniendo las cornisas y arquería ciega con arcos apuntados de medio punto y columnillas con capiteles vegetales, así como ventanales con arcos apuntados y doblados sostenidos por columnas acodilladas nos remiten de nuevo al viejo estilo plenomedieval.
Tiene el templo planta de cruz latina con nave central amplia y diáfana y dos pequeñas naves laterales, así como crucero bien marcado. El arquitecto no mantuvo en su construcción la orientación canónica, que sí tenía la iglesia de San Mateo, sino que adaptó la fachada principal y torre al trazado de la calle Toro.
En el coro, a los pies de la nave central, está instalado un órgano fabricado en Azpeitia (Guipúzcoa) por Ignacio Eguiguren el año 1948.
Delante del altar mayor, dadas las fechas en que estamos, se han colocado las figuras propias del Nacimiento, Adoración de los Reyes Magos, un pastor y el Ángel anunciador.
Preside el ábside de la capilla mayor un Crucificado, Nuestro Padre Jesús del Consuelo, titular que fue, junto al Cristo de las Batallas, de la Cofradía de excombatientes con sede en esta parroquia.
En la nave de la epístola Nuestra Señora del Gran Dolor, grupo escultórico muy venerado y que igualmente desfilaba en la procesión del miércoles santo de dicha cofradía; ambas imágenes proceden del antiguo convento de San Antonio el Real, cuyos restos se conservan en el cercano teatro Liceo y en la tienda comercial de Zara.
En la imagen inferior se identifican claramente por sus atributos iconográficos los dos franciscanos a la izquierda: San Francisco de Asís y San Antonio de Padua. En la escultura de la derecha no parece que el hábito sea franciscano, por lo que podría corresponder al santo titular de la iglesia, el agustino San Juan de Sahagún, aunque suele ser representado con un cáliz en el que sobresale la Sagrada Forma con un Calvario grabado en ella. Es posible que también procedan del convento franciscano, pero no tengo constancia de ello.
Estas ilustraciones corresponden a la actual capilla bautismal, una escultura de San Boal, que tal vez proceda de esta antigua y cercana parroquia suprimida también en 1886 y que hoy alberga la casa parroquial de San Juan de Sahagún, y un grupo escultórico en una de las naves laterales que representa la Oración de Jesús en el Huerto junto a los apóstoles dormidos.
En un lateral de la iglesia han montado un bonito Nacimiento del que las fotografías muestran dos detalles: el Portal de Belén con las figuras tradicionales, el ángel anunciador y un pastor adorando al Niño, en una de ellas, y los Reyes de camino al Portal frente a un herrero, con la escena del anuncio a los pastores al fondo, en la otra.
Abandonamos el templo y por la calle Toro nos encaminamos hacia la plaza de Santa Eulalia, hoy convertida en aparcamiento subterráneo, antaño lugar de emplazamiento de la parroquia del mismo nombre, pequeña iglesia románica levantada hacia 1110, con numerosas restauraciones en época gótica y barroca, cerrada al culto en 1889 por su mal estado de conservación y demolida en su totalidad en 1897.
Fotografía tomada de la página salamancartvaldia.es cuyo autor es Guzmán Gombau. |
Posteriormente, en el primer tercio del siglo XX, se levantó en la plaza el edificio de Correos, que fue inaugurado en 1930 y permaneció en uso hasta 1975 en que fue derribado, aunque logró salvarse su claustro neoclásico, adquirido por un empresario y trasladado a una urbanización cercana a Valladolid.
Actualmente el solar que ocuparon en su día iglesia y Correos se adorna con jardines que permiten ver la fachada occidental y entrada del antiguo Palacio de los Fermoselle, levantado como fortaleza en 1440 por esta familia noble perteneciente al bando de Santo Tomé. Posteriormente sería adquirido por el barón de las Cuatro Torres.
Diversos historiadores y cronistas, como Villar y Macías, sostienen que el palacio-fortaleza tuvo en su momento cuatro torres, de las que únicamente se conserva la denominada Torre del Aire; serían derribadas las otras tres en el siglo XVIII.
El edificio ha pasado a lo largo de los siglos por distintas vicisitudes; fue convertido en 1727 en fábrica de paños, en el último tercio del siglo XIX pasó a albergar el asilo de ancianos de las Hermanitas de los Pobres y ya en el siglo XX religiosas de María Inmaculada lo han convertido en residencia femenina de estudiantes.
Bajando por la calle del Aire hasta su cruce con Bermejeros llegamos a su fachada oriental; la plaza de la Constitución permite disfrutar de su vista desde la Gran Vía. En dicha fachada se pueden admirar distintas ventanas, todas diferentes entre sí, que se han ido abriendo en el transcurso del tiempo. Algunas presentan diversas tracerías góticas bajo alfiz y parteluz, más o menos decorado, que dotan e este palacio de su carácter peculiar y característico.
Con dirección a la iglesia de San Julián seguimos por Bermejeros, dejamos a un costado la Plaza de la Reina y en el cruce con Correhuela encontramos una casa señorial que, por el timbre de su escudo sobre la puerta, debió pertenecer a algún patriarca o arzobispo.
Continuando por Bermejeros alcanzamos la Plaza de los Sexmeros. En ella se ubica desde 1918 la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Salamanca, que ocupa la Casa de los Sexmeros de la Tierra, construida en 1513 como palacio-fortaleza de la familia noble de los Villafuerte, del bando de Santo Tomé.
Fue ocupada en 1713 por la institución de los Sexmeros, ediles encargados de custodiar el sexmo, especie de tributo en forma de cereal con que se abastecían las paneras municipales, dando nombre al edificio.
Siempre que regreso a Salamanca paso por esta plaza y vuelve a mi memoria la escena aquí grabada, junto a la fuente, de la película del año 1980 El curso en que amamos a Kim Novak. Pura nostalgia.
La iglesia de San Julián y Santa Basilisa, construida en 1107 en territorio de los repobladores toreses, conserva la portada norte románica con sus arquivoltas y tejaroz con canecillos vegetales y figurados, a pesar de las numerosas intervenciones y reformas de siglos posteriores.
A los pies se levanta la torre, también románica en su piso inferior con grandes arquerías ciegas, cuyo cuerpo de campanas se debe a restauraciones del siglo XVII.
Tras el ábside, en el que se ubicó un magnífico retablo mayor dedicado a Nuestra Señora de los Remedios y erigido en los tres primeros lustros de la segunda mitad del siglo XVII, se añadió un camarín de planta pentagonal en el último cuarto de dicho siglo, que fue financiado con limosnas.
En uno de sus laterales hay una hornacina que contiene una imagen de La Virgen de la Escuela esculpida por el salmantino Jacinto Bustos Vasallo ya en el siglo XX y que, probablemente, sustituyó a otra efigie más antigua.
Muy cerca, en la misma Plaza de San Julián haciendo esquina con la calle Doña Gonzala Santana, se ubica desde 1991 la Filmoteca Regional de Castilla y León.
Ocupa la denominada Casa de las Viejas, edificio de estilo barroco construido en 1623 por el capellán real y beneficiado de San Martín Bartolomé Caballero Torquemada, que dejó escriturado "... se llame la Casa de la Caridad... para remedio de mujeres viudas pobres y de buena vida, fama y costumbres...".
Dejamos atrás la Casa de las Viejas, llegamos a la calle Varillas y, unos metros más arriba, tomamos la calle Consuelo para alcanzar la Torre del Clavero, declarada monumento nacional en 1931 y desde 1943 propiedad del Ayuntamiento de Salamanca.
Esta torre fortaleza es lo que permanece en pie de una casa señorial del último tercio del siglo XV, cuyo promotor ofrece dudas a los historiadores; unos consideran que fue el Clavero Mayor de la Orden de Alcántara, señor de Baños, Francisco de Sotomayor, mientras otro grupo opina que fue Fray Diego de Anaya. Esta disparidad de criterios viene dada por la alternancia de blasones adosados a los tambores semicilíndricos en el cuerpo superior octogonal de la torre.
Dibujo de Valentín Cardedera en 1850. Igesia de San Adrián con torre adosada al Palacio de Orellana. |
Una de las parroquias erigidas por los repobladores bregancianos fue la de San Adrián, en lo que hoy es la Plaza de Colón. Como muchas otras iglesias románicas fue objeto de numerosas actuaciones y reformas posteriores, lo que propició un valor artístico notable y que su estado de conservación fuera bueno hasta mediados del siglo XIX.
No obstante, tal como se aprecia en la ilustración, su torre estaba adosada al palacio de Orellana, lo que daba lugar a que la calle San Pablo discurriera por un arco abierto en la misma; con motivo de ensanchar la calle para la construcción de una carretera, en 1853 se decidió demoler toda la iglesia, lo que parece bastante desproporcionado, sobre todo teniendo en cuenta que aquel proyecto nunca se llevó a cabo.
En el solar que ocupara el templo se levantó en 1893 una estatua de Colón, obra de Eduardo Barrón, que da nombre actualmente a la plaza.
Frente a los jardines de la plaza se encuentra la actual parroquia de San Pablo, único resto conservado del antiguo convento de Trinitarios descalzos fundado en 1628 por doña Beatriz de Silveira y su esposo.
Los Trinitarios habían llegado a Salamanca en el primer tercio del siglo XIV, ocupando diversos lugares de la ciudad, junto al Tormes en un primer momento. San Juan Bautista de la Concepción acomete la reforma de la Orden, que se escinde en sus dos ramas de calzados y descalzos; a principios del siglo XVII funda distintos conventos de descalzos, uno de ellos en Salamanca, también con variados emplazamientos hasta su traslado a la entonces Plazuela de San Adrián.
Un relieve de la Trinidad flanqueado por los santos fundadores de los Trinitarios, San Juan de Mata y San Félix de Valois, recuerda el origen del templo, que se acabó de construir en 1667; tras la desamortización son expulsados los Trinitarios de la ciudad, trasladándose a la iglesia conventual unos años más tarde la parroquia de San Pablo.
En la calle San Pablo, haciendo esquina a la calle Jesús, se ubica la Torre de los Anaya, denominada hasta hace poco tiempo Torre de Abrantes por confundirla con la cercana del palacio de dicho nombre, hoy desaparecido, situado al sur de la plaza de Colón.
Es el último vestigio del palacio de la familia Anaya-Bazán, levantado en estilo gótico tardío seguramente en el siglo XV; tras la derrota de los Comuneros en Villalar fue desmochada, como otras muchas en la ciudad.
Destaca, además de la puerta de entrada formada por arco de medio punto con grandes dovelas, una ventana ajimezada, reformada en la segunda década del siglo XX, que luce los blasones de la familia, situada en el costado de la calle Jesús.
Al otro lado de esta misma calle se levantó el palacio de Orellana, en cuya arquitectura clasicista se aprecian influencias manieristas. Aunque no hay acuerdo general, parece que su construcción se debe al canónigo don Francisco Pereira de Anaya.
Sobresale la torre con el escudo de los Anaya en el costado sur de la fachada y la galería adintelada del piso superior. En el otro, el del norte, se aprecia el añadido de mediados del siglo XIX tras el derribo de la torre-campanario de la iglesia de San Adrián.
Fue hecho construir por don Rodrigo Messía Carrillo y su esposa doña Mayor de Fonseca y Toledo. Aunque el primogénito de este matrimonio heredó los títulos y la mayor parte de los bienes de la familia, la madre quiso que el palacio fuera para su segundo hijo, Juan Alonso de Fonseca.
Debe su nombre de La Salina a que fue sede del estanco de la sal hasta 1870, lo que permite conjeturar que el propietario tendría el monopolio en la ciudad. El palacio fue adquirido por la Diputación en 1881, trasladando su sede al mismo en 1884.
El palacio tiene tres cuerpos separados por impostas; en el inferior se aprecian cuatro grandes arcos de medio punto con medallones en las enjutas, al decir de los expertos más propio de Italia, particularmente de Bolonia, que de los edificios aquí erigidos en esa época.
En el segundo cuerpo se abren tres ventanas enmarcadas por columnas estriadas y rematadas por un medallón central. En el cuerpo superior se ha dispuesto una galería formada por ocho arcos de medio punto, también adornados con medallones en las enjutas.
Antes de alcanzar la Plaza Mayor es visita obligada la iglesia de San Martín. Se trata de un templo románico cuya fundación corrió a cargo del caudillo de los repobladores toreses o toresanos Martín Fernández en 1103, sobre una antigua ermita dedicada a San Pedro.
Se accede al interior por una portada renacentista levantada en 1586, adelantada sobre la original románica del mediodía, lo que ha permitido crear un pórtico en el que vemos un altar, enmarcado por columnas estriadas y rematado en frontón triangular, presidido por un Crucificado de tamaño menor que el natural.
A ambos lados de lo que fue la portada románica se ha colocado una Anuciación; son esculturas de bulto redondo sobre columnas pedestales.
La nave central es más alta que las laterales; ocho pilares cruciformes con columnas adosadas sobre zócalos cilíndricos sostienen cubiertas cupuliformes con nervaduras, en los primeros tramos actualmente de ladrillo y cubiertas con yeso.
El ábside de la capilla mayor está formado por un hemiciclo cubierto con bóveda de horno y tramo recto presbiteral con bóveda de cañón apuntado. El retablo mayor actual es obra de Joaquín de Churriguera, que reemplazó al anterior destruido en un incendio atribuido a Gregorio Fernández.
Las naves laterales, más bajas que la central como ya se dijo, siguen la misma disposición y fábrica que ésta, y sus correspondientes ábsides se comunican con el de la capilla mayor mediante vanos con arcos de medio punto.
Tanto las bóvedas como el arco triunfal de la nave de la epístola sufren un deterioro considerable que se aprecia a simple vista, necesitando de una intervención urgente; delante del altar de esta nave se ha dispuesto la pila bautismal.
En el ábside de la nave del evangelio, que alberga la capilla Sacramental, sobresalen un arco trilobulado sobre columnas con capiteles vegetales y dos sepulcros góticos del siglo XV.
La decoración de los capiteles de las columnas en la nave central y en las laterales , que muestran entre sí muy diferente estado de conservación, se compone de elementos vegetales y figurativos, algunos de notable calidad artística, que tanto por sus temas como por su talla parecen proceder de los mismos talleres, o muy cercanos, a los que trabajaron en la Catedral Vieja.
Me hubiera gustado poder finalizar el recorrido por el interior del templo con la primitiva portada de poniente, totalmente restaurada, oculta por la capilla barroca de Nuestra Señora de las Angustias, pero no he tenido oportunidad de visitarla aunque he acudido en distintas ocasiones.
Hacer referencia, por tanto, a algunas obras escultóricas y a la escalera renacentista con relieves lombardos de subida al coro isabelino obra de Juan de Álava en el siglo XVI.
Tomada de http://www.versalamanca.com/ |
La que fue portada principal estaba situada a poniente, a los pies del templo, pero fue ocultada en 1669 al construir la capilla y camarín dedicada a la Virgen de las Angustias; en la actualidad, frente a los soportales del Corrillo, se puede ver el ventanal barroco que permite iluminar dicha capilla.
La portada románica policromada, que ha sido intervenida recientemente, estaría bajo el arco apuntado que se observa en la fotografía inferior, bajo la espadaña.
Se conserva la portada norte original, a la que se accede por unas escaleras que permiten salvar el desnivel desde la Plaza del Corrillo. Está protegida por un arco apuntado decorado con bolas; encima de la puerta se ha abierto una hornacina, igualmente de arco apuntado, que cobija un relieve del titular del templo, San Martín, a caballo, compartiendo su capa con un mendigo.
Los capiteles de las tres columnas a cada lado son de notable calidad artística; el exterior de los de la izquierda del observador se decora con acantos de grandes nervios, el central con dragones afrontados y cuellos entrelazados y el interior con arpías cuyas colas están entrelazadas. Los de la derecha, el exterior con arpías afrontadas, el central con decoración vegetal y el interior con aves de cuellos y colas entrelazadas.
Las cuatro arquivoltas de medio punto se resguardan bajo una chambrana de listel y nacela; la exterior está decorada con grandes flores de cuatro pétalos, también en el intradós; la siguiente está conformada por listel, nacela y bocel ; la tercera, que guarda similitudes evidentes con la Puerta del Obispo de la Catedral de Zamora, presenta arquillos de herradura muy cerrados; la interior, botones florales.
Accedemos a la Plaza Mayor por el arco de San Martín, situado al oeste del lienzo o pabellón del mismo nombre, y nos situamos en su centro para contemplar de frente el Ayuntamiento y una amplia panorámica de todo el conjunto, donde destaca, por las fechas en que estamos, la gran bola con adornos propios de la Navidad.
Con diseño y dirección de Alberto de Churriguera se comenzó a levantar la Plaza en 1729; en estilo barroco y con piedra de Villamayor se iniciaron las obras por los pabellones Real y de San Martín en una primera fase que llega hasta 1735, año en que se detienen los trabajos durante quince años.
Felipe V había firmado una provisión real el 12 de enero de 1729 en la que concedía licencia para construir dos lienzos de la futura plaza, aunque negaba toda ayuda económica de la Corona, por lo que las obras fueron costeadas por el Concejo de la ciudad.
Los planos iniciales de Alberto Churriguera no se han conservado, pero sí un plano de su sobrino Manuel de Larra Churriguera fechado en 1741. Parece que la idea inicial era construir una plaza de mayor tamaño, que hubo de reducirse a causa de los litigios mantenidos por el Consistorio con los propietarios de las viviendas y parcelas existentes, principalmente, en los pabellones norte y oeste.
El inicio de las obras por el Pabellón Real y, a continuación, el de San Martín tuvo carácter económico fundamentalmente. Aquel ocupa lo que era una zona abierta sobre terrenos municipales, que solamente necesitaba ser allanada, dada la pendiente existente, y construir un muro de contención.
En la placa de pizarra sostenida por las fauces de un león, sobre el arco denominado de San Fernando por la efigie bajo dosel que lo preside y bajo un frontispicio que sobresale de la balaustrada, se puede leer la fecha de comienzo de las obras, el 10 de mayo de 1729, siendo rey Felipe V el Animoso y corregidor don Rodrigo Cavallero y LLanes, así como que se concluyeron las doce casas que conforman el Pabellón Real el día 3 de marzo de 1733.
Con una longitud de alrededor de ochenta metros, en él se colocaron diecinueve medallones obra de Alejandro Carnicero.
Antes de terminar las obras del Pabellón Real se comenzaron los trabajos de cimentación del Pabellón de San Martín sobre un solar donde habían estado situadas casas propiedad del ayuntamiento y la parroquia, que necesitó de un consenso entre ambos.
Las obras terminaron en dos años por las cuestiones económicas antes mencionadas, ya que era preciso recuperar los alquileres de las dieciocho nuevas viviendas para seguir sufragando los gastos. En los medallones se labraron las efigies de militares y conquistadores españoles, por lo que también se conoce como del Cuartel General.
Se abrieron dos arcos; uno, al que ya hemos hecho antes referencia, el de San Martín, que desemboca en la Plaza del Corrillo; el otro da acceso a la calle de San Pablo. También, en el ángulo que forman estos dos primeros pabellones se abrió una salida que salva el desnivel con el entorno mediante una escalera.
En 1750 se reanudaron las obras por distintos puntos de los dos pabellones restantes y así, en el de Petrineros, se sabe documentalmente que ya habían finalizado en 1752 las casas de la Real Clerecía y en 1754 la casa de la Universidad y la casa del conde de Grajal, que ocupa nada menos que nueve balcones.
Los medallones llevan efigies de escritores y hombres ilustres. Así, bajo la casa de la Real Clerecía de San Marcos se abrió, en lugar de un arco de medio punto como el resto, un arco carpanel apainelado para poder dar entrada a la calle Prior; en las enjutas del arco se han colocado los medallones correspondientes a Cervantes y Santa Teresa de Jesús, respectivamente, y sobre él el león de San Marcos.
Tras una reanudación temporal de las obras en 1741, cuando solamente se echaron los cimientos de la Casa Consistorial, será en 1750 cuando comience la segunda fase para cerrar definitivamente la Plaza con los dos pabellones restantes. Era maestro mayor de obras Andrés García de Quiñones, que se ajustó a las directrices de Alberto de Churriguera excepto en el edificio del Ayuntamiento, cuyas trazas se deben a él mismo. No obstante, también intervinieron otros maestros de obras en las casas correspondientes al Cabildo de la catedral o la Real Clerecía de San Marcos, por ejemplo, que requirió de un amplio consenso.
El edificio del Ayuntamiento se asienta sobre cinco grandes arcos de medio punto, más ancho el central, sobre los que que se colocaron dos cuerpos más y una balaustrada, en cuyo centro se erigió la espadaña ya en el siglo XIX, concretamente en 1852. Sobre ella se han colocado cuatro figuras que representan a las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. A ambos lados, sobre la balaustrada, cuatro figuras alegóricas representando la Agricultura, Industria, Música y Poesía, para algunos, Agricultura, Comercio, Industria y Astronomía, para otros.
Abandonamos la Plaza Mayor por el arco de la calle Zamora y a los pocos metros encontramos la sede del Casino de Salamanca, ubicado en lo que fue Palacio de Figueroa, que tiene también fachada en la calle Concejo.
Este edificio fue construido en el siglo XVI por don Juan Rodríguez de Figueroa, natural de Ledesma, que fue catedrático de la Universidad, regidor de Salamanca, doctoral de la catedral de Coria, entre otros cargos de verdadera importancia; se atribuye la obra a Rodrigo Gil de Hontañón por su parecido con otras de dicho arquitecto en la ciudad.
La puerta de acceso está formada por un arco de medio punto con grandes dovelas entre columnas de fustes estriados y capiteles itálicos; el entablamento es liso y sobre él se han colocado sendos candeleros. En las enjutas se han dispuesto bustos que representa a un hombre y una mujer, respectivamente; a ambos lados del balcón del primer piso hay dos escudos picados, aunque parece que eran los blasones de los Figueroa y Rodríguez de Ledesma.
En la otra acera el Palacio de Montellano, construido en 1479 por Alonso de Paz y adquirido por los Trinitarios en 1591 para ubicar allí su convento. La iglesia conventual se acabó de construir en el siglo XVII; en los relieves de su fachada principal están representados la Trinidad y los santos fundadores de la Orden, San Juan de Mata y San Félix de Valois, así como un ángel liberando cautivos y escudos con el emblema de la Orden trinitaria y de los Paz.
Como se comentó al tratar sobre la iglesia de San Pablo, antiguo templo de los Trinitarios descalzos, éstos y los calzados de este convento fueron desposeídos de sus bienes y expulsados con motivo de las desamortizaciones promovidas por Mendizábal en el siglo XIX. El edificio tuvo a partir de entonces diversos usos, tales como fonda, conservatorio de música o escuela de Bellas Artes, hasta que en 1877 el obispado se lo cedió en usufructo a la congregación de las Hijas de Jesús. Hoy día es un colegio mayor universitario regido por las Jesuitinas.
Es hora de irse recogiendo pues las bajas temperaturas propias de la estación y las nieblas no hacen recomendable pasar muchas horas seguidas a la intemperie. Al día siguiente iniciaríamos nuevo recorrido fotográfico por la iglesia de San Marcos ya que las condiciones climáticas no fueron excesivamente adversas, aunque la niebla fue cayendo paulatinamente sobre la ciudad.
El comienzo del segundo recorrido será la iglesia de San Marcos, precioso templo románico de fines del siglo XI o inicios del XII, de planta circular, que fue parroquia hasta aproximadamente 1200 en que Alfonso IX lo cedió como sede a la Real Clerecía, permaneciendo bajo dicha dependencia hasta 1769.
Conserva los canecillos que sostienen el alero, la mayoría de bocel entre nacelas, posiblemente originales, aunque hay otros representando cabezas antropomorfas y zoomorfas, bolas, elementos vegetales, etc., seguramente producto de las sucesivas restauraciones del templo.
En el siglo XVIII se añadió la espadaña barroca, que presenta dos vanos con arcos de medio punto para alojar las campanas y un escudo alusivo a San Marcos en el frontón.
Sobre la puerta principal de acceso, situada a mediodía y con cuatro arquivoltas de arcos apuntados, se observa el escudo de los Austrias con su correspondiente Toisón de Oro, escudo que se repite también mirando hacia oriente en el muro perimetral, lo que da idea de la protección que la monarquía siempre dispensó a la Real Clerecía.
Son de destacar igualmente las numerosísimas marcas de cantero en la sillería de la fábrica.
A pesar de su planta circular al exterior, gruesas columnas en las que apean arcos apuntados y doblados dividen el interior en tres naves de dos tramos con sus tres ábsides correspondientes en la cabecera; éstos se cubren con bóveda de horno en el hemiciclo y de cañón en el tramo recto presbiteral.
Los arcos triunfales de las tres capillas son de medio punto; en la mayor sobresale un altar románico hallado en la capilla de la epístola tras un retablo barroco y un Crucificado gótico del siglo XIV, restaurado por el profesor Albarrán, que apareció enterrado en el suelo de la capilla del evangelio durante las intervenciones de la década de los sesenta del siglo XX.
En la capilla del evangelio se ubica el Sagrario sobre una mesa de altar también románica, mientras que en la de la epístola, habitualmente capilla bautismal, se ha colocado el Nacimiento durante este tiempo de Navidad.
Durante las citadas obras de restauración del año 1967 se descubrieron diversas pinturas murales que se pueden datar en los siglos XIV-XV dentro de la corriente del gotico lineal.
En ambos lados de la capilla mayor se ha representado una Anunciación, con la figura de María en el muro norte y del arcángel Gabriel en el sur; a su vez, en el muro sur de la capilla de la epístola, sobre fondo de vidriera y con orla mudéjar, la Coronación de la Virgen en la parte superior y tres escenas de menor tamaño en la inferior, separadas ambas partes por una inscripción.
Sobre la puerta norte aparece un mural en forma de tapiz con adornos florales y junto a la capilla del Sagrario, también sobre fondo de vidriera y orlado, sobresaliendo sobre otras, la figura de San Cristóbal con el Niño sobre sus hombros, con otras tres de menor tamaño, en esta ocasión en el lateral.
En el tramo presbiteral de la capilla del Sagrario, en la nave del evangelio como ya se indicó, hay una talla restaurada de la Virgen de la Piedad, obra del siglo XVII y 150 cm de altura, de gran calidad artística.
En la otra nave, normalmente también en el presbiterio pero en este momento junto al arco triunfal para dejar sitio al Nacimiento, una talla de San Marcos, de 158 cm de altura e igualmente de gran calidad artística, propiedad de la Real Clerecía.
En el muro norte del hemiciclo de esta misma capilla bautismal en la nave de la epístola se ha colocado un relieve en madera representando el Bautismo de Jesús, cuyo origen se desconoce.
En lugar de seguir por la calle Zamora en dirección a la Plaza Mayor, por la Plaza de San Marcos decidí tomar la calle de los Condes de Crespo Rascón, que se prolonga con la calle Bordadores, hasta alcanzar la Plaza de Monterrey.
Antes de llegar a dicha plaza, a la derecha en el sentido de la marcha, se encuentra un bar de copas muy popular desde hace años; en 1986 el local que ocupa fue alquilado a las Úrsulas, que por aquellas fechas necesitaban ingresos y tenían vacías y sin uso esas dependencias. La puerta de acceso se abre en arco de medio punto con dovelas enormes, sobre el que hay un escudo cuyo timbre señala que pertenece a un arzobispo, seguramente de la familia Fonseca bajo cuyo patrocinio estuvo el convento, enmarcado todo por alfiz, en cuyos soportes están representados sendos caballeros.
En el mismo lado de la calle Bordadores, un poco más adelante, el impresionante ábside poligonal de la iglesia conventual de la Anunciación, rematado por crestería calada y pináculos desmochados que actualmente sirven de base a un tejado superpuesto.
Delante, la estatua dedicada a don Miguel de Unamuno sobre pedestal de granito, de tamaño natural y realizada en bronce por el escultor Pablo Serrano en 1968, asentada en los jardines que se ubican en la confluencia de dicha calle con Úrsulas.
Enfrente tenemos la Casa de las Muertes, edificio diseñado por el arquitecto Juan de Álava, cuyo blasón se ha colocado tanto en el dintel de la puerta como en el friso del balcón del primer piso. Un enorme medallón con la efigie del arzobispo Alonso de Fonseca, más tarde patriarca de Alejandría como reza la leyenda bajo dicho medallón, mecenas de la familia del arquitecto, adorna y corona la parte superior del balcón citado.
Edificada en piedra de Villamayor, su ornamentación es plateresca, tanto en los seis medallones de la fachada como en las pilastras y grutescos. Aquellos son de excelente factura y guardan parentesco artístico con los de la fachada de San Esteban y con los del claustro de los Irlandeses, del mismo Juan de Álava.
Aunque se ha querido ver que el nombre popular con que se la conoce es debido a diversas leyendas que atribuyen el asesinato en su interior de distintas personas a lo largo del tiempo en circunstancia extrañas, parece más razonable pensar que se deba a las calaveras talladas en piedra bajo las ménsulas que sostienen las pilastras de las ventanas del segundo cuerpo.
En alguna de las rehabilitaciones se transformaron en esferas, pero en la restauración de 1963 se volvieron a tallar, aunque de menor tamaño que las originales.
Este edificio fue mandado construir hacia 1500; el mecenas, Alonso de Fonseca y Acevedo, había nacido en Salamanca el año 1440 y murió en Santiago de Compostela en 1512, aunque está enterrado en el convento de la Anunciación o de las Úrsulas.
Siendo arzobispo de Compostela sería condenado a un destierro de diez años, lo que le llevó a intercambiar la sede con su tío, Alonso I de Fonseca, arzobispo de Sevilla. Solventados los problemas, se negó a deshacer el cambio, haciendo caso omiso incluso de una bula papal que así lo ordenaba.
Fue Patriarca Latino de Alejandría entre 1506 y 1508.
Justo al lado, en la misma acera, la Casa del Regidor Ovalle Prieto, levantada en la primera mitad del siglo XVIII en piedra de Villamayor. Con tres plantas, destaca de su portada el frontón sobre el que se ha colocado el blasón de los Ovalle entre los dos balcones del primer piso en honor de su propietario Juan Antonio Ovalle Prieto, que fue regidor de Salamanca.
En esta casa vivió los últimos años, como señala la placa junto a la puerta, y murió (el 31 de diciembre de 1936) don Miguel de de Unamuno.
Haciendo esquina con la calle Úrsulas se encuentra la actual Biserica Ortodoxa-Romana, antigua parroquia de Santa María de los Caballeros cedida por el obispado en 2010 a la comunidad rumana.
Es uno de los templos más antiguos de la ciudad, fundado como parroquia por los repobladores castellanos y consagrado en 1214 con la advocación de Santa María la Nueva, que mantuvo hasta el siglo XIV. De la primitiva construcción nada se conserva, siendo la actual proveniente de una reedificación comenzada en 1556. A esa época pertenece la fachada de estilo renacentista, donde sobresale una imagen de la Virgen con el Niño en su brazo izquierdo tallada en piedra y cobijada por una hornacina avenerada; a ambos lados sendos escudos ovalados que contienen relieves de jarrones con elementos vegetales. En la mayoría de los textos y páginas consultadas se dice que la escultura representa a la Inmaculada Concepción, pero mi opinión personal es que no se ajusta a la iconografía tradicional de esta advocación, que la identifica con la novia del Cantar de los Cantares y que le otorga unos atributos propios del Apocalipsis y de las letanías marianas, tales como la media luna en creciente y la serpiente bajo sus pies o las doce estrellas que la coronan, pero nunca sosteniendo a su Hijo en brazos.
En la cabecera se amplió el ábside, donde destaca una ventana barroca, realizada en 1742 por Francisco Pérez Estrada, que corresponde al camarín del retablo mayor.
Ya en la Plaza de Monterrey se encuentra la entrada al palacio del mismo nombre, considerado como la construcción civil renacentista más imitada no sólo en España, sino también en Hispanoamérica, y uno de los mejores exponentes del estilo plateresco en escudos, medallones y grutescos, así como en la crestería calada que lo remata; fue mandado edificar por don Alonso de Acevedo y Zúñiga, III Conde de Monterrey, y en la actualidad pertenece a la Casa de Alba. Fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1929.
Las trazas, de comienzos del segundo tercio del siglo XVI, se deben a Rodrigo Gil de Hontañón y el lego dominico fray Martín de Santiago. Quedó inacabado, construyéndose solamente el ala sur; una de las características más notables son los miradores de los torreones, fórmula netamente española, así como los numerosos motivos heráldicos, de excelente labra.
Enfrente del Palacio Monterrey, en la Plaza de las Agustinas, el convento de La Purísima perteneciente a la Orden de las agustinas recoletas, fundado por Manuel Alonso de Zúñiga Acevedo y Fonseca, VI conde de Monterrey, en 1636 para albergar a su hija, que fue priora del convento.
De aire italiano, no en vano su fundador fue Virrey del Reino de Nápoles desde 1631 a 1636, las trazas se deben al napolitano Bartolomeo Picchiatti, fue terminado en el siglo XVIII por Joaquín de Churriguera.
La fachada cuenta con dos portadas; sobre la cornisa sostenida por pilastras se abren sendas hornacinas que contienen las esculturas de San Agustín y la Purísima, respectivamente.
Es hora de tomar la calle Compañía, una de las más emblemáticas de Salamanca, para llegar a otro núcleo que aglutina un variado número de monumentos señeros.
Al llegar a la altura del Monasterio de franciscanas de la Madre de Dios, en la acera contraria, haciendo esquina con la calle Cañizal, no podía dejar pasar, en un paseo dominado por la nostalgia, que aquí tuvieron los salesianos su primer colegio, tal como se indica en una placa junto a la puerta de entrada al edificio.
Aunque cuando empecé mis estudios de Preparatoria e Ingreso fue a finales de los años 50 y este colegio ya se había cerrado, recuerdo que en alguna ocasión la procesión que se celebraba con motivo de la festividad de María Auxiliadora tenía su inicio, o incluía en su recorrido al menos, las inmediaciones de la iglesia de San Benito, sin duda recordando los inicios de los salesianos en la ciudad.
La parroquia de San Benito fue edificada por los repobladores gallegos hacia 1104, siendo durante la Baja Edad Media cuna de uno de los bandos que se enfrentaron de forma violenta hasta la pacificación promovida por San Juan de Sahagún.
Fue totalmente reedificada a finales del siglo XV por el reiteradamente nombrado arzobispo Fonseca, que había sido bautizado en esta iglesia. A la plaza que da nombre el templo se abre una portada cuyo sobrearco presenta decoración del gótico tardío, en el que sobresale un relieve de la Anunciación bajo otro del Padre Eterno y los blasones de su patrocinador y mecenas.
En el interior merece ser señalado el retablo mayor neoclásico del último tercio del siglo XVIII diseñado por Juan de Sagarvinaga.
En la misma plaza de San Benito encontramos dos casas de notable valía artística que pertenecieron a ilustres familias salmantinas: la Casa de Francisco de Solís y la Casa de don Diego Maldonado.
Aquélla, de sencilla portada plateresca y rematada por una balaustrada, fue construida hacia mediados del siglo XVI; la puerta está enmarcada por un alfiz, que se compone de dos columnas suspendidas que soportan un entablamento decorado con grutescos. Se aprecian tres blasones, uno sobre la ventana por encima del entablamento, el de los Solís, y los otros dos cobijados por el alfiz, correspondientes a los distintos linajes emparentados con la familia.
Ésta fue promovida por don Diego Maldonado, camarero del arzobispo Fonseca, en el primer tercio del siglo XVI; construida por Juan de Álava en estilo plateresco muestra, sobre lo que hoy es el balcón principal y antaño ventana rasgada, el blasón de los Maldonado y a ambos lados los de linajes emparentados, encuadrado todo por alfiz suspendido, sobre cuyo entablamento destaca el blasón de los Fonseca.
El convento de la Madre de Dios, habitado por terciarias franciscanas, se levantó en 1543 ocupando en parte el solar de las casas del jefe de las milicias salmantinas en el levantamiento de las Comunidades don Pedro Maldonado Pimentel, mando que compartió con su primo Francisco Maldonado debido al recelo hacia él por estar casado con una sobrina del conde de Benavente, partidario del rey Carlos I. Debido a ese parentesco no fue ejecutado inmediatamente tras la derrota de Villalar, como lo fueron los otros capitanes comuneros, sino algo más de un año después en Simancas por orden expresa del rey.
La iglesia conventual, cuya portada está enfrente de la fachada norte de San Benito, se comenzó unos años después y en 1600 todavía no estaba terminada. Dicha portada está flanqueada por pilastras con capiteles jónicos; bajo el arco de medio punto, en el tímpano, el escudo de la Orden.
Antes de alcanzar los dos monumentos emblemáticos del final de la calle, en el chaflán que forman Compañía y Meléndez, el homenaje al humanista don Juan Meléndez Valdés, el más importante poeta español del siglo XVIII, también jurista y político destacado.
Habiendo sido excluidos los estudios de Teología y Derecho Canónigo de la Universidad de Salamanca, el año 1940 el papa Pío XII crea la Universidad Pontificia para restaurar en la ciudad dichas facultades. La sede se establece el Real Colegio del Espíritu Santo, conocido popularmente como la Clerecía.
Al otro lado, la Casa de Las Conchas, sin duda el edificio civil más representativo de la arquitectura española de finales del siglo XV. Se comenzó a levantar hacia 1490 por el catedrático de la Universidad y embajador de los Reyes Católicos don Rodrigo Arias Maldonado.
Se construyó primitivamente con dos torreones, pero en la actualidad sólo sobrevive uno y desmochado debido a agrietamientos y desplomes en el siglo XVIII, que obligaron a que el palacio fuera intervenido por el arquitecto Simón Gavilán Tomé en 1772.
La puerta, descentrada hacia uno de los lados del edificio, muestra un tímpano de formas mixtilíneas en el que se ha colocado el blasón con cinco flores de lis de los Maldonado, flanqueado por leones; en el dintel, pares de delfines como símbolo del amor en el Renacimiento.
En las ventanas de la primera planta, unas presentan crucetas de piedra y otras parteluz de mármol con capitel renacentista, dos a dos; en los pretiles aparecen repetidos los blasones de los Maldonado y los Pimentel. No obstante, lo que más caracteriza este palacio y le da nombre son las más de trescientas conchas repartidas por fachada y torreón dispuestas formando rombos.
La iglesia de la Clerecía recibe este nombre tras la expulsión de los Jesuitas en 1767 por decreto de Carlos III, al ser entregada a la Real Clerecía de San Marcos. Había sido promovida por la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, como templo del colegio de la Compañía de Jesús bajo la advocación del Espíritu Santo, siendo la planta general del edificio obra del arquitecto real Juan Gómez de Mora.
Comenzó a construirse en 1617, pero la obra se prolongó durante más de siglo y medio. La fachada tiene tres cuerpos; en el inferior destacan las enormes semicolumnas corintias y las tres puertas de acceso; sobre las laterales se han colocado sendos escudos de España y sobre la central una hornacina con la escultura pétrea de San Ignacio de Loyola, obra de Juan Rodríguez.
El segundo cuerpo, diseñado también por el lego jesuita Pedro Mato, que se hizo cargo de las obras en 1648, presenta dos óvalos con decoración barroca en las calles laterales y un gran ventanal en la central.
Ya a mediados del siglo XVIII Andrés García de Quiñones se encargó del tercer cuerpo, levantando las torres y la espadaña campanario central; aquéllas siguen el modelo diseñado para el Ayuntamiento y que allí no se llegó a realizar, con pináculos en los que destacan pares de estatuas de Gregorio Carnicero; en ésta se muestra un relieve con la Venida del Espíritu Santo y una estatua de la Virgen flanqueada por las de los fundadores.
Entre las calles Antigua y Serranos, en la plaza de San Isidro, se abre la portada de lo que fue parroquia de San Isidoro y, posteriormente, en el siglo XVII, de San Isidoro y San Pelayo; en 1935 se levantó el edificio cuya fachada perdura en la actualidad, acondicionado para viviendas y como estación de autocares en su planta baja, hasta que en 1976 lo adquirió la Universidad para ampliar la Facultad de Derecho.
De la fábrica antigua no ha quedado resto alguno; sí se ha conservado la portada de mediados del siglo XVI, con medallones en las enjutas y una estatua de la Virgen en una hornacina avenerada en la parte superior.
La calle Traviesa une las calles Serranos y Libreros, en lo que fue la Aljama Judía; allí vivió San Juan de Sahagún siendo estudiante, antes de profesar en el convento de los Agustinos, y un relieve con su figura bajo modestísimo tejadillo así nos lo recuerda y pone de manifiesto.
Enseguida, por la calle Libreros, alcanzamos el Patio de Escuelas, donde se ubican los tres edificios históricos de la Universidad: Escuelas Mayores, Escuelas Menores y Hospital del Estudio, construidos los tres en el siglo XV.
La plaza se abrió a comienzos del siglo XVII según un proyecto de Juan Gallo de Andrada y está presidida por una estatua en bronce de Fray Luis de León, obra de Nicasio Sevilla Sánchez, erigida por suscripción popular en 1869.
Las Escuelas Mayores constituyen el edificio más emblemático de la Universidad; iniciado en la segunda década del siglo XV, su fachada conocida como la Portada Rica es la obra cumbre y una de las más conocidas del plateresco español. Con veinte metros de altura y poco más de doce de anchura, está dividida en tres cuerpos estilísticamente distintos, con diferente temática iconográfica y separados por frisos; fue erigida ya en el primer tercio del siglo XVI, posiblemente entre 1510 y 1533, en piedra de Villamayor; según el estudio publicado en 2014 por la profesora de Arqueología y Epigrafía de la Universidad Autónoma de Madrid doña Alicia Mª. Canto, el autor sería Juan de Talavera y la promotora del proyecto la reina Juana I de Castilla, que también lo financió.
En el centro del cuerpo superior aparece la figura del Papa impartiendo doctrina a seis cardenales, sentado en su cátedra bajo la tiara y las llaves pontificias; se desconoce su identidad, pero la mayoría de expertos se decanta por Martín V, que confirmó las primeras constituciones otorgadas por el antipapa Benedicto XIII, conocido como el Papa Luna. A ambos lados, en sendos medallones, dos relieves que se han identificado como Apolo (o Hércules) y Venus, respectivamente.
El cuerpo intermedio se divide en cinco calles; en la central se ha colocado un enorme blasón de Carlos I rodeado con el collar representativo de la orden del Toisón, en opinión de Camón Aznar inspirado en un excelente o doble castellano, moneda acuñada en Sevilla y Segovia. A ambos lados, el águila bicéfala, símbolo del Sacro Imperio Romano Germánico, y el águila de San Juan, propio del escudo de Isabel I y más tarde incorporado al de los Reyes Católicos.
En las dos calles exteriores sendos medallones con relieves representando un personaje masculino y otro femenino sobre cuya identidad existe mucha controversia; el de aquél podría ser, para unos, Hércules y, para otros, Carlos I; en cuanto a la mujer, Isabel de Portugal o Hebe. La citada profesora Canto, a su vez, señala la probabilidad de que represente a la reina Juana, argumentando para ello, además de su ubicación junto al escudo de Castilla, la presencia del collar tallado con pequeñas torres o castillos y el pendiente representando el orbe, divisa propia, junto a un pavo real, de dicha reina.
Tampoco existe unanimidad en cuanto a la identidad de las personas representadas en las veneras, símbolo de inmortalidad y apoteosis, que coronan escudos y medallones; podrían ser Medea y Jasón o Hércules, al lado izquierdo del observador, y Escipión y Aníbal o Alejandro Magno a la derecha.
En el cuerpo inferior destaca el enorme tondo con las efigies de los Reyes Católicos empuñando un mismo cetro; sobre sus cabezas, el yugo con el nudo gordiano cortado y el haz de flechas, divisas personales de Fernando e Isabel, respectivamente. La leyenda alrededor escrita en griego se ha traducido como: Los Reyes a la Universidad y la Universidad a los Reyes; debajo sus nombres en latín.
Las otras cuatro calles se han decorado con elementos propios de la abigarrada decoración plateresca, en la que se distinguen motivos humanos, animales y vegetales. Parece que algunos paneles están inspirados en grabados procedentes de Italia.
Cómo no hacer mención de la famosa rana sobre una calavera, adornando una pilastra debajo del primer friso y atractivo turístico de primera línea, que también ha dado lugar a diversas interpretaciones.
Para unos sería símbolo del pecado de lujuria, que unido al simbolismo de la muerte implícito en la calavera, supondría un serio aviso para los estudiantes relativo a su comportamiento en este tema. Para otros, en cambio, descubrir su emplazamiento sería augurio de éxito seguro en los estudios que se emprendieran.
Para finalizar con la Portada Rica de las Escuelas Mayores decir que se adelanta a la fachada, mucho más humilde, del edificio primitivo levantado en el siglo XV a modo de retablo o estandarte.
La puerta de acceso está formada por doble arcada de arcos carpaneles apainelados que dan paso a un zaguán; su decoración muestra una calidad artística notable y una talla excepcional, como la de toda la obra, en la que conviene destacar la graduación del relieve, alto, medio y bajo en sentido descendente, como efecto óptico para obtener la consiguiente sensación de realismo.
A juicio de algunos historiadores del arte, como el profesor Azofra de la Universidad de Salamanca, habrían intervenido tres talleres diferentes, dirigidos los tres por maestros tallistas de calidad sobresaliente, que compitieron en su trabajo para legar una obra excepcional, incluso en detalles de la parte superior de la fachada que es imposible distinguir desde abajo.
En el centro del Patio de Escuelas se erigió el Hospital del Estudio en 1413, realizando sus funciones hasta 1810, primero como establecimiento para hospedar a estudiantes necesitados y más tarde, a partir de 1529, con uso ya sanitario. Se levantó sobre el solar, donado por el rey Juan II, de unas casas y sus corrales que había en la actual calle Libreros, entonces conocida como Rúa Nueva. A finales del siglo XV se amplió con otras casas linderas y a mediados del siglo siguiente, con la construcción de una capilla, se dio fin a las obras.
Deshabilitado como hospital, sus locales y dependencias fueron utilizados por la Universidad para otros cometidos. Actualmente es la sede del Rectorado de la USAL.
La portada presenta un gran arco de medio punto en cuyo tímpano destaca la estatua sedente de Santo Tomás de Aquino; sus dos puertas, bajo arcos carpaneles, están separadas por una columna central de granito, seguramente reutilizada dado su desproporcionado grosor. En las enjutas, formando la escena de la Anunciación, las imágenes de María y el arcángel Gabriel. El alfiz que enmarca el arco, en su parte superior, alberga tres escudos; el central con los símbolos de León y Castilla y los laterales con el águila de San Juan y los símbolos de los reinos unificados por los Reyes Católicos, excepto Granada, lo que ha motivado a datar la construcción de la fachada entre 1469, fecha del matrimonio de los reyes, y 1492, fecha de la toma de Granada.
La crestería es plateresca y consecuencia de reformas posteriores debido a su deterioro.
El edificio de Escuelas Menores debe su denominación a que allí se impartía la docencia previa a los estudios propiamente universitarios. La portada, a continuación del Hospital del Estudio en el Patio de Escuelas, muestra una decoración que recuerda la de la Portada Rica de las Escuelas Mayores, lo que ha movido a pensar en los mismos autores; parece que se terminó hacia 1533 ó 1534.
La puerta de acceso se abre bajo doble arco de medio punto con columna intermedia; en las enjutas se han colocado tres medallones representando el rostro de Cristo, en el centro, y Hércules y Teseo, tal vez, a los lados.
Por encima, en tres calles delimitadas por pilastras, un gran escudo imperial flanqueado por otros de menor tamaño con el ágila bicéfala, sin duda en honor del emperador Carlos.
En el cuerpo superior de la portada sendos medallones con las efigies de San Pedro y San Pablo flanquean un relieve representando la tiara y las llaves pontificias.
Abandonamos el Patio de Escuelas y continuamos por Libreros hasta llegar a la calle Calderón de la Barca; allí, enfrente de esta calle, se levanta un edificio actualmente de tres plantas, cuyo precedente, en 1479, Nebrija arrendó de por vida al Cabildo, su propietario, estableciéndose en él dos años después, como señala una inscripción en el muro.
Posteriormente se alquiló a libreros, artesanos, clérigos, etc.; a comienzos del siglo XX estaba ocupado por los condes de Crespo Rascón, siendo adquirido por la Universidad en 1964.
En la otra acera, en la esquina de Libreros con Calderón de la Barca, está ubicada la Casa Rectoral, hoy dedicada a Museo de Unamuno. Edificio de dos plantas, fue construido por Andrés García de Quiñones entre 1758 y 1762 en estilo barroco. En la esquina, tallado en las dos caras, destaca el escudo universitario.
Aquí vivió don Miguel de Unamuno desde 1900 a 1914 siendo rector de la Universidad, por lo que en la década de los sesenta del siglo pasado se acondicionó para albergar su Casa-Museo; actualmente se ha recreado el ambiente familiar de su hogar y aquí se conservan manuscritos de muchos de sus libros, su biblioteca de unos 6.000 volúmenes, así como distintas fotografías, retratos y dibujos.
Por Calderón de la Barca, unos pasos más adelante, se muestra imponente la torre de la Catedral, para cuya construcción se aprovechó la base de la torre de campanas de la Catedral Vieja; ésta no resistió el peso que suponía el nuevo cuerpo de campanas y el ochavo superior rematado en cúpula con linterna, amenazando ruina sobre todo tras el terremoto de Lisboa de 1755, lo que obligó a zuncharla con cadenas y forrarla en su totalidad con macizos taludes pétreos hasta el cuerpo de campanas.
Al desembocar la calle surge la portada principal de la Catedral Nueva, cuyo diseño se atribuye a Juan Gil de Hontañón, aunque en la talla y escultura de su ornamentación participaran distintos maestros. En la misma "se complementa la escultura de la primera mitad del siglo XVI con la de la segunda mitad del XVII, constituyendo un gran programa iconográfico de complejo contenido doctrinal", tal como señala al referirse a la portada del Nacimiento la página web de la propia Catedral.
Todas las portadas de la Catedral Nueva fueron comenzadas en estilo tardogótico en los primeros años del siglo XVI, pero no se completaron hasta mediados del XVII. La portada principal consta de tres puertas de ingreso bajo grandes arcos de igual altura: la del Perdón, luego denominada del Nacimiento, la del Obispo, que se corresponde con la nave de la epístola, y la de San Clemente con la nave del evangelio; lástima que estas dos últimas ni se aproximen a la riqueza ornamental de la primera, dejando libres los tímpanos de sus arcos angrelados que, previsiblemente, deberían haberse adornado con relieves.
Con respecto a la portada del Nacimiento, solamente se había ejecutado en un primer momento el Calvario del remate, la decoración heráldica y algunas esculturas de las arquivoltas, obras en las que debieron trabajar Juan de Gante y Gil de Ronza, entre otros tallistas; no sería hasta un siglo después, en 1661, cuando el escultor Juan Rodríguez realizó los relieves de los tímpanos, imitando modelos de Gregorio Fernández como él mismo señaló.
Dichos altorrelieves sobre puertas gemelas de arcos carpaneles separadas por un parteluz representan el Nacimiento y Adoración de los pastores y la Adoración de los Magos, respectivamente, todo el conjunto cobijado bajo un gran arco conopial. Las estatuas de San Pedro y San Pablo que flanquean el Calvario también son obra suya en esa misma fecha.
Realizadas también por el maestro Juan Rodríguez en 1661 son las estatuas de la Inmaculada situada en el parteluz, y la de San Miguel en la "quilla" del arco conopial, imitando los ropajes volados y laborados con mucho aire de Gregorio Fernández.
Algunas pequeñas estatuas distribuidas por las arquivoltas de esta portada son obra del salmantino Antonio de Paz de hacia 1635.
Toda la portada, como las otras dos que la flanquean, está protegida bajo un enorme arco de medio punto, por encima del cual se aprecia el hastial de la nave central, realizado por Rodrigo Gil de Hontañón.
A modo de ejemplo, el rosetón que preside el tímpano de una de dichas laterales.
La portada fue literalmente invadida por los taludes de refuerzo de la base de la torre-campanario; se debe a Juan de Setién Güemes, que la diseñó en la década de los setenta del siglo XVII. Lo más destacado es la escultura pétrea de la Inmaculada situada en una hornacina sobre el arco de acceso al templo, cuya autoría se ha atribuido a Juan Rodríguez.
Más sencilla aún es la puerta de la fachada meridional; al quedar interiorizada la puerta de acceso desde la catedral al claustro, se abrió una nueva en el cuarto tramo de la nave de la epístola, denominada de Santa Lucía, que también sería reformada como todo este costado sur.
Para compensar, la espléndida vista desde la plaza de la cúpula de la Catedral Nueva, que sustituyó al cimborrio de Churriguera tras el terremoto de Lisboa, y de la Torre del Gallo, a las que la niebla incluso magnifica su belleza.
Bajando por Tentenecio bordeando el claustro se llega a la calle Gibraltar, donde tiene su sede el Archivo General de la Guerra Civil Española. El edificio fue fundado por el Cabildo para albergue de Niños Expósitos y reedificado por Joaquín de Churriguera hacia 1720.
En la portada barroca, a cuyos lados se han colocado sendos escudos del Cabildo, en una hornacina, la imagen de San José con el Niño en brazos; su autor, igual que el relieve de la alegoría de la Caridad que se ubica encima, fue el escultor salmantino José de Larra Churriguera.
A partir de comienzos del siglo XX acogió a diez colegiales y pasó a denominarse Colegio de San Ambrosio.
Nada más acceder a las inmediaciones del denominado Patio Chico, adosado a los muros de edificios anexos al claustro catedralicio, encontramos dos tondos con sendos relieves, sin duda fuera de contexto y reutilizados, de los que ignoro su procedencia.
Desde el Patio Chico se disfruta de una de las vistas más espectaculares de todo el arte Románico hispano; cualquiera puede aconsejar la visita a este lugar sin temor a equivocarse o a que las personas que aman dicho arte queden defraudadas si siguen el consejo.
La Catedral Vieja tiene planta basilical de tres naves escalonadas en altura, crucero muy marcado y cabecera con tres ábsides semicirculares, también escalonados en altura como corresponde a las respectivas naves. Se levantarían éstos en una primera etapa constructiva hacia mediados del siglo XII, con arco triunfal de medio punto y bóveda de horno al interior; al exterior, el ábside mayor se divide verticalmente en tres calles separadas por semicolumnas con capiteles junto a la cornisa abilletada y horizontalmente en dos cuerpos separados por imposta igualmente abilletada.
El elemento más emblemático es el cimborrio que cierra el crucero, conocido como la Torre del Gallo, réplica del de la catedral de Zamora; el salmantino es más esbelto debido al doble cuerpo de ventanas, a las columnas y las torretas cantonales rematadas en conos, a los pabellones de los frentes con pronunciado frontón y al remate apuntado en forma de pirámide, todo perfectamente estructurado.
En las tres fotografías superiores he querido dejar constancia de uno de los capiteles de las columnas en los vanos abiertos en los ábsides; la decoración que ofrecen dichos capiteles es muy variada y se basa tanto en motivos vegetales como en la representación de grifos, máscaras, etc..
También de uno de dichos vanos del ábside central; abocinados con derrame exterior, todos presentan arco de medio punto y decoración de tacos y billetes en arquivoltas y chambrana.
Igualmente señalar un grupo de canecillos que soportan los aleros correspondientes a los ábsides y otras construcciones junto a la cabecera; la mayoría están decorados con elementos vegetales y solamente algunos con conchas y cabezas antropomorfas o zoomorfas.
Dejamos el Patio Chico y rodeamos la cabecera plana diseñada por Juan del Ribero Rada para alcanzar la Plaza de Anaya, resultado de la decisión del mando francés durante la ocupación de la ciudad en la Guerra de la Independencia relativa al derribo de muchas viviendas que envolvían la Catedral por su parte norte, que dejó expedita la visión del Colegio Mayor de Anaya.
Dicho colegio es el más antiguo de los cuatro que tuvo la Universidad; fundado por el arzobispo de Sevilla don Diego de Anaya y Maldonado, se construyó en 1401 sobre terrenos donde se asentaba la iglesia de San Bartolomé el Viejo, por lo que recibió esa denominación. Se derribó en 1760 para levantar el edificio actual siguiendo los planos del arquitecto don José Hermosilla, obra que realizó Juan de Sagarvinaga, maestro de obras de la Catedral Nueva por esa época. Edificio ya casi neoclásico, en la balaustrada que corona su imponente fachada se colocó un gran escudo con las armas de los Anaya todavía al gusto barroco.
Salvando el enorme desnivel entre la plaza y la catedral, enfrente del colegio mayor, la portada del brazo norte del crucero, en el que también quedó el tímpano sin decoración de relieve alguno.
Mucho más rica es la portada denominada de Ramos o de las Palmas, también llamada de Araceli o Portaceli en los Estatutos de la Catedral de 1567; ubicada en el atrio septentrional, sigue el mismo esquema ornamental de la fachada principal.
El relieve del tímpano es obra del ya mencionado Juan Rodríguez en 1661; en él está representada la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén a lomos de la borriquilla y acompañado de tres de sus Apóstoles, mientras uno de los tres personajes adultos tiende el manto a su paso y algunos de los niños se encaraman a lo alto de árboles y muros. En las enjutas, sendos escudos con los símbolos del Cabildo.
Más arriba, bajo arcos lobulados angrelados, un gran rosetón flanqueado por dos estatuas pétreas sobre peanas y cobijadas por dosel.
La vista de la fachada septentrional de la Catedral Nueva, iluminada entre la niebla, desde la Plaza de Anaya es espectacular; las capillas laterales, la nave del evangelio y sobre ella la nave mayor con los majestuosos arbotantes y pináculos, la cúpula a un lado y la torre-campanario al otro ofrecen una estampa no por conocida menos digna de ser grabada en la mente de forma indeleble, sobre todo para aquellas personas que como yo sólo podemos disfrutarla cada cierto tiempo.
Para completar la vuelta al horizonte, antes de regresar hacia la Plaza Mayor por la Rúa, hacer mención de la fachada oriental de la Universidad que da a la Plaza de Anaya y la Catedral.
Tanto el costado norte como este oriental fueron terminados ya en el siglo XIX, por lo que la portada es moderna, aunque se han conservado algunos escudos antiguos como los dos que muestra la fotografía; en la parte superior el de Castilla y León y más abajo el del antipapa Benedicto XIII, el Papa Luna.
Aprovechando que el lunes 26 fue festivo completé estos paseos nostálgicos por San Esteban, Santo Tomás Cantuariense, San Polo, la Cerca Vieja, la Casa Lis, la Puerta de Aníbal, el Toro de la Puente, la Peña Celestina, ... pero hace ya un par de años dediqué una entrada a estos monumentos y, aunque tomé nuevas fotografías, no era cuestión de repetir la misma historia.
Si el destino no decide otra cosa, en años sucesivos iré buscando otros rincones y lugares que también fueron parte importante de mi vida en aquellas ya lejanas décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo XX e intentaré dejar constancia de ello, fundamentalmente para deleite propio, aunque también ajeno si alguien tiene a bien compartir conmigo estas vivencias.
Fuentes.-
Guía artística de Salamanca. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A. Ed. Lancia. 2005
La Catedral de Salamanca. Nueve siglos de Historia y Arte. PAYO HERNANZ, R.J. y BERRIOCHOA SÁNCHEZ-MORENO, V. Ed. Promecal publicaciones 2012.
http://www.versalamanca.com/
http://catedralsalamanca.org/catedral-nueva/
http://salamancaenelayer.blogspot.com.es/
https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Salamanca
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