Según señala una copia de la lápida fundacional de la catedral de Zamora, las obras de la misma comenzarían en 1151 y su consagración sería en 1174; no obstante, las obras continuaron durante el último cuarto de esa duodécima centuria, en que se levantó el que posiblemente sea su elemento más emblemático, el cimborrio, y se darían por terminadas ya en el siglo XIII con la construcción de la torre y el claustro.
En origen, era un edificio de tres naves de cuatro tramos, crucero y tres ábsides semicirculares y escalonados, tal como se aprecia en una maqueta expuesta en el Museo Provincial.
Su aspecto actual, fundamentalmente en su fachada norte y en la cabecera, es totalmente distinto al primigenio.
Tras el incendio del claustro en 1591 el arquitecto Ribero Rada proyectó la nueva portada principal del templo en la fachada septentrional, junto a la sacristía levantada unos años antes, entre 1587 y 1589.
La cabecera que hoy contemplamos, tardogótica, sustituyó a la original en las décadas finales del siglo XV y años iniciales del siglo XVI.
En el brazo meridional del crucero se abre la única portada que se conserva del edificio original; situada frente al Palacio Episcopal, es conocida como la Puerta del Obispo.
A juicio de los expertos, se caracteriza fundamentalmente por su equilibrio y su sobriedad; la portada, flanqueada por contrafuertes, se articula en tres cuerpos, de los que los dos inferiores, a su vez, se articulan en tres calles.
En la calle central del piso inferior se abre la puerta, abocinada y formada por cuatro arquivoltas de medio punto, que apean, por medio de una imposta corrida con moldura de listel y escocia, en jambas la interior y en columnas acodilladas de fuste liso las otras tres, unas y otras sobre un elevado podio que encuadra la escalera de acceso, rematadas en capiteles decorados con hojas rizadas y levantadas sobre plintos decorados con arquillos ciegos.
Las cuatro arquivoltas, protegidas por chambrana moldurada con listel y escocia como la imposta, tienen el intradós formado por una especie de rollos o cilindros y se decoran por medio de arquillos de herradura muy cerrados con perfil de peltas.
Tanto esta decoración de las arquivoltas como la de los plintos servirían de modelo en otros templos de la ciudad, como San Ildefonso o Santiago del Burgo.
En el cuerpo intermedio se observan cinco vanos ciegos que contienen arcos de medio punto, los cuales se apoyan en pequeñas columnas con capiteles de decoración vegetal.
Sobre ellos discurre una cornisa de arquillos trilobulados sustentada por canecillos piramidales de hojas lanceoladas, también modelo seguido en otras iglesias de la ciudad y provincia.
El cuerpo superior, de forma triangular y rematado en una bola pétrea, presenta un arco de medio punto que contiene un ventanal de arco doblado también de medio punto sustentado por columnillas de capitel con decoración vegetal, y otros dos ciegos y de menor tamaño en los laterales.
Las dos calles laterales vienen definidas por semicolumnas de fuste acanalado que se elevan desde el podio o zócalo, plinto con arquillos ciegos iguales a los de las columnas acodilladas de la puerta y capiteles acastillados o almenados, similares a los que también se observan en el interior del templo.
En el cuerpo inferior acogen sendos arcos ciegos peraltados sobre columnas acodilladas, a los que me referiré a continuación; sobre ellos aparecen sendos florones gallonados con piña en su centro, semejantes a otros que decoran el sepulcro románico de la cercana iglesia de La Magdalena y presentes igualmente en el desaparecido coro pétreo compostelano.
El tímpano de la izquierda del espectador, cobijado por una arquivolta moldurada con baquetón, contiene las imágenes en altorrelieve de San Pablo, a la izquierda, y San Juan Evangelista, a la derecha, como expresamente se indica mediante inscripción epigráfica entre los nimbos de ambas figuras. Los dos apóstoles sujetan un libro con su mano izquierda, abierto el de aquél y cerrado el de éste.
Los investigadores destacan la elegancia de las imágenes, en actitud de diálogo y movimiento, el tratamiento de los plegados de sus indumentarias y la decoración del libro portado por el evangelista.
Los casetones bajo el tímpano se decoran a base de botones florales.
Llegados a este punto, he de confesar que este relieve representando a María como Theotokos o Sedes Sapientiae siempre ha sido para mi motivo de admiración y, junto al sepulcro de la iglesia de La Magdalena y los capiteles del ábside de San Claudio de Olivares, los tres elementos románicos que aconsejaría no perderse a cualquier viajero interesado en este arte que visitara Zamora.
Es muy posible que haya contribuido de manera notable la obra de la doctora Poza Yagüe Portadas románicas de Castilla y León. Formas, imágenes y significados, que dedica una especial atención a esta Maiestas Mariae en el capítulo que titula Porta Coeli: la representación gráfica del culto a la Virgen.
María fue proclamada Madre de Dios en el Concilio de Éfeso celebrado en el año 431.
Ya a mediados del siglo VII, uno de los padres de la iglesia hispana, San Ildefonso, tan vinculado a esta ciudad, se convirtió en defensor de la virginidad de María y de su inmaculada concepción con la obra De virginitate perpetua beatae Mariae, al tiempo que fijó la fiesta de la Encarnación el 25 de marzo y de Santa María, Madre de todos los hombres, el 18 de diciembre durante la celebración del X Concilio de Toledo, al que asiste aún como abad del Monasterio de Agali.
A comienzos del siglo XII, San Bernardo de Claraval, uno de los fundadores de la mística medieval, ejercerá una gran influencia en el desarrollo y difusión de la devoción a la Virgen María; poco más tarde empezarán a gestarse las Letanías que comienzan con la invocación a Santa María, Santa Madre de Dios y Santa Virgen de las vírgenes y poco más adelante siguen con su proclamación como Trono de Sabiduría, Puerta del Cielo, Estrella de la mañana y Arca de la Alianza.
Qué mejor ubicación, por tanto, para quien es reconocida y proclamada como mediadora entre Dios y los hombres a fin de que éstos alcancen la Salvación que la portada de un templo, que señala el umbral y los límites entre lo profano y lo sagrado. Invocada como Puerta del Cielo, el acceso necesario para llegar a la Gloria, su representación como Trono de la Sabiduría se antoja pertinente y adecuado precisamente en este lugar.
Copio textualmente las líneas finales de la página 216 y las primeras de la 217 del mencionado texto:
"Estamos, de nuevo, ante otra gran teofanía mariana. Con su aceptación de la maternidad divina, María se convierte en la Nueva Eva que engendrará al Redentor, circunstancia por la que merecerá ser elevada a la Gloria donde será coronada como Reina. Todos estos aspectos quedan recogidos en esta Maiestas Mariae zamorana. Así aparece efigiada como Madre de Dios, con el Niño sobre sus rodillas; como Nueva Eva, tal y como denota el fruto que presenta con su mano derecha; como Reina, tocada con corona y entronizada, y, finalmente, glorificada, sentada bajo un baldaquino cuya bóveda evoca la celeste, y cuyo remate a base de arquitecturas cupuladas son imagen simbólica de la Jerusalén Eterna. Allí, en la ciudad celestial, está siendo adorada e incensada por los ángeles del Señor. Pocas imágenes como esta zamorana para condensar en un solo relieve todos los conceptos que engloba el Triunfo de la Virgen".
Así como María está de frente, el Niño, sentado en su rodilla izquierda, está de perfil buscando comunicarse con su Madre, lo que acentúa el carácter maternal de la composición.
Actualmente a la imagen de Jesús le falta, entre otras partes de su cuerpo, la cabeza, aunque conserva el nimbo crucífero; con la mano derecha levantada, está realizando el gesto de bendecir.
A ambos lados del trono, sendos ángeles turiferarios, también incompletos en su anatomía, se colocan igualmente de perfil con las alas desplegadas; éstas han sido trabajadas con esmero, perfectamente decoradas y marcando con detalle las plumas. También conviene fijarse en los elegantes plegados de los ropajes, que dan sensación de movimiento.
Tres elementos arquitectónicos, mediante su simbolismo, contribuyen a realzar el mensaje de la maternidad virginal de María. El baldaquino está decorado con roleos que contienen hojas rizadas; la chambrana que protege el relieve se decora con palmetas dispuestas alternativamente hacia arriba y hacia abajo; la arquivolta está formada a base de una guirnalda compuesta por hojas carnosas y frutos en forma de alcachofas.
Las cuatro arquivoltas, protegidas por chambrana moldurada con listel y escocia como la imposta, tienen el intradós formado por una especie de rollos o cilindros y se decoran por medio de arquillos de herradura muy cerrados con perfil de peltas.
Tanto esta decoración de las arquivoltas como la de los plintos servirían de modelo en otros templos de la ciudad, como San Ildefonso o Santiago del Burgo.
En el cuerpo intermedio se observan cinco vanos ciegos que contienen arcos de medio punto, los cuales se apoyan en pequeñas columnas con capiteles de decoración vegetal.
Sobre ellos discurre una cornisa de arquillos trilobulados sustentada por canecillos piramidales de hojas lanceoladas, también modelo seguido en otras iglesias de la ciudad y provincia.
El cuerpo superior, de forma triangular y rematado en una bola pétrea, presenta un arco de medio punto que contiene un ventanal de arco doblado también de medio punto sustentado por columnillas de capitel con decoración vegetal, y otros dos ciegos y de menor tamaño en los laterales.
Las dos calles laterales vienen definidas por semicolumnas de fuste acanalado que se elevan desde el podio o zócalo, plinto con arquillos ciegos iguales a los de las columnas acodilladas de la puerta y capiteles acastillados o almenados, similares a los que también se observan en el interior del templo.
En el cuerpo inferior acogen sendos arcos ciegos peraltados sobre columnas acodilladas, a los que me referiré a continuación; sobre ellos aparecen sendos florones gallonados con piña en su centro, semejantes a otros que decoran el sepulcro románico de la cercana iglesia de La Magdalena y presentes igualmente en el desaparecido coro pétreo compostelano.
El tímpano de la izquierda del espectador, cobijado por una arquivolta moldurada con baquetón, contiene las imágenes en altorrelieve de San Pablo, a la izquierda, y San Juan Evangelista, a la derecha, como expresamente se indica mediante inscripción epigráfica entre los nimbos de ambas figuras. Los dos apóstoles sujetan un libro con su mano izquierda, abierto el de aquél y cerrado el de éste.
Los investigadores destacan la elegancia de las imágenes, en actitud de diálogo y movimiento, el tratamiento de los plegados de sus indumentarias y la decoración del libro portado por el evangelista.
Los casetones bajo el tímpano se decoran a base de botones florales.
Llegados a este punto, he de confesar que este relieve representando a María como Theotokos o Sedes Sapientiae siempre ha sido para mi motivo de admiración y, junto al sepulcro de la iglesia de La Magdalena y los capiteles del ábside de San Claudio de Olivares, los tres elementos románicos que aconsejaría no perderse a cualquier viajero interesado en este arte que visitara Zamora.
Es muy posible que haya contribuido de manera notable la obra de la doctora Poza Yagüe Portadas románicas de Castilla y León. Formas, imágenes y significados, que dedica una especial atención a esta Maiestas Mariae en el capítulo que titula Porta Coeli: la representación gráfica del culto a la Virgen.
María fue proclamada Madre de Dios en el Concilio de Éfeso celebrado en el año 431.
Ya a mediados del siglo VII, uno de los padres de la iglesia hispana, San Ildefonso, tan vinculado a esta ciudad, se convirtió en defensor de la virginidad de María y de su inmaculada concepción con la obra De virginitate perpetua beatae Mariae, al tiempo que fijó la fiesta de la Encarnación el 25 de marzo y de Santa María, Madre de todos los hombres, el 18 de diciembre durante la celebración del X Concilio de Toledo, al que asiste aún como abad del Monasterio de Agali.
A comienzos del siglo XII, San Bernardo de Claraval, uno de los fundadores de la mística medieval, ejercerá una gran influencia en el desarrollo y difusión de la devoción a la Virgen María; poco más tarde empezarán a gestarse las Letanías que comienzan con la invocación a Santa María, Santa Madre de Dios y Santa Virgen de las vírgenes y poco más adelante siguen con su proclamación como Trono de Sabiduría, Puerta del Cielo, Estrella de la mañana y Arca de la Alianza.
Qué mejor ubicación, por tanto, para quien es reconocida y proclamada como mediadora entre Dios y los hombres a fin de que éstos alcancen la Salvación que la portada de un templo, que señala el umbral y los límites entre lo profano y lo sagrado. Invocada como Puerta del Cielo, el acceso necesario para llegar a la Gloria, su representación como Trono de la Sabiduría se antoja pertinente y adecuado precisamente en este lugar.
Copio textualmente las líneas finales de la página 216 y las primeras de la 217 del mencionado texto:
"Estamos, de nuevo, ante otra gran teofanía mariana. Con su aceptación de la maternidad divina, María se convierte en la Nueva Eva que engendrará al Redentor, circunstancia por la que merecerá ser elevada a la Gloria donde será coronada como Reina. Todos estos aspectos quedan recogidos en esta Maiestas Mariae zamorana. Así aparece efigiada como Madre de Dios, con el Niño sobre sus rodillas; como Nueva Eva, tal y como denota el fruto que presenta con su mano derecha; como Reina, tocada con corona y entronizada, y, finalmente, glorificada, sentada bajo un baldaquino cuya bóveda evoca la celeste, y cuyo remate a base de arquitecturas cupuladas son imagen simbólica de la Jerusalén Eterna. Allí, en la ciudad celestial, está siendo adorada e incensada por los ángeles del Señor. Pocas imágenes como esta zamorana para condensar en un solo relieve todos los conceptos que engloba el Triunfo de la Virgen".
Así como María está de frente, el Niño, sentado en su rodilla izquierda, está de perfil buscando comunicarse con su Madre, lo que acentúa el carácter maternal de la composición.
Actualmente a la imagen de Jesús le falta, entre otras partes de su cuerpo, la cabeza, aunque conserva el nimbo crucífero; con la mano derecha levantada, está realizando el gesto de bendecir.
A ambos lados del trono, sendos ángeles turiferarios, también incompletos en su anatomía, se colocan igualmente de perfil con las alas desplegadas; éstas han sido trabajadas con esmero, perfectamente decoradas y marcando con detalle las plumas. También conviene fijarse en los elegantes plegados de los ropajes, que dan sensación de movimiento.
Tanto el dintel que soporta el conjunto como el cimacio de los capiteles de las columnas del arco peraltado contienen la misma decoración, a base de palmetas, que la chambrana. Dichos capiteles son corintios, es decir, con la cesta a modo de campana invertida cubierta por dos filas de hojas de acanto superpuestas.
Por lo que respecta a los casetones de esta calle, en el inferior aparece lo que pudiera ser un urogallo, mientras que hay distintas opiniones respecto a la cabeza muy erosionada que parece asomar y estar aprisionada en el superior.
La versión más popular identifica dicha cabeza con la del príncipe omeya que se enfrentó a Alfonso III a comienzos del siglo X, siendo totalmente derrotado; el rey Magno ordenó que fuera expuesta en las murallas de la ciudad.
Otros señalan que es la cabeza de un ladrón que entró a robar en el templo y al intentar salir quedó aprisionado por la ventana, que se cerró para impedir que huyera con su botín.
Finalmente, un tercer grupo piensa que es un simple adorno como otros semejantes en alguna otra iglesia de la capital.
FUENTES.-
- RIVERA DE LAS HERAS, J.A. "Por la catedral, iglesias y ermitas de la ciudad de Zamora".
Edilesa, 1ª edición. 2001
- GARCÍA GUINEA, M.A. y PÉREZ GONZÁLEZ, J.M. "Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Zamora". Fundación Santa María La Real. Centro de Estudios del Románico.
Aguilar de Campoo, 2002.
- POZA YAGÜE, M. "Portadas románicas de Castilla y León. Formas, imágenes y significados". Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico. Aguilar de Campoo, 2016.
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