El pasado 14 de junio celebramos una reunión anual más, en esta ocasión en Alba de Tormes, los componentes del curso preuniversitario 68-69 del Colegio María Auxiliadora de Salamanca.
La importancia de la Villa a lo largo de la historia es manifiesta. Así, en 1140 recibe Fuero propio del rey Alfonso VII y se convierte en señorío de realengo; ya en el siglo XV, concretamente en 1430, el rey Juan II dona el señorío al obispo Gutierre Álvarez de Toledo; unos años después, en 1439, se transformará en condado, y en 1469 Enrique IV nombra a don García Álvarez de Toledo primer Duque de Alba.
En el siglo XVI, Felipe II encarga al dibujante paisajista flamenco Anton van den Wyngaerde la realización de 62 vistas de pueblos y ciudades de España a partir de 1561; la de Alba es del año 1570, como queda de manifiesto en el ángulo inferior izquierdo de la misma, donde el autor fecha y firma su obra.
Personajes gloriosos de nuestra literatura vivirán en Alba bajo el mecenzgo de los Álvarez de Toledo, como Juan del Encina que, al servicio del II Duque, en 1492 representa en el castillo su égloga "La noche de Navidad de Nuestro Salvador", considerada la primera obra de teatro moderno; o Lope de Vega que, tras ser desterrado de la corte madrileña, fija su residencia en la Villa, donde en 1594 morirán su esposa y una de sus hijas, enterradas en la iglesia de Santiago; o Cervantes que, con su famoso soneto, gana el premio en los festejos celebrados en el castillo ducal en honor de la beatificación de Santa Teresa; o, también, Calderón de la Barca, secretario del VI Duque entre 1645 y 1649, y Garcilaso, amigo personal del Gran Duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo.
A comienzos del último tercio del siglo XIX Francisco Coello refleja en su plano cómo no sólo el Castillo está en ruinas, sino también distintas parroquias, consecuencia en buena medida de la Guerra de la Independencia, al igual que sucedió con el patrimonio de muchos otros lugares.
Y antes de dejar la historia pasada quería referirme a mi relación personal con Alba. En un momento indeterminado de principios del siglo XIX, Vicente Barrado, natural de Calvarrasa de Abajo, y María Martín, de Villares de la Reina, trasladan su residencia a la Villa; aquí nacerá su hijo, mi bisabuelo, Antonio Cipriano Barrado el año 1831, que casó con Matea Polo, albense también de nacimiento, mi bisabuela, de cuyo matrimonio nacerá en 1869 mi abuelo Gabriel.
En 1877 nació igualmente aquí mi abuela, Basilia Martín, contrayendo ambos matrimonio en febrero de 1900, del que nacerá mi padre, Ezequiel Antonio, en su domicilio de la Cuesta del Duque núm. 12 en octubre de 1916.
Este arraigo manifiesto de mi familia paterna en la Villa hizo que la reunión fuera especialmente emotiva para mi; además, uno de los hermanos de mi padre, carmelita descalzo, estuvo muy vinculado al convento de Alba hasta su fallecimiento, aunque tuvo otros destinos a lo largo de su vida, tales como Toledo, Palencia, Medina del Campo o Salamanca, y otros cometidos, como ser el custodio del Brazo de Santa Teresa en su recorrido por toda España en la década de los 60 del siglo pasado, de tal forma que el Ayuntamiento le dedicó su nombre, Padre Raimundo, a una calle de las que delimitan el convento de los padres carmelitas.
La reunión coincidió con la VII Feria de San Antonio, por lo que el lugar de encuentro en la Plaza Mayor estaba muy animado con casetas de expositores, sobre todo de cerámica, y muchos visitantes.
Nuestro primer destino era el Museo carmelitano de Santa Teresa; tuvimos mala suerte, ya que sólo pudimos visitar una parte, por lo que algunas de las imágenes más emblemáticas, como la Dolorosa de Pedro de Mena, no estaban en el itinerario hasta la apertura de las nuevas salas del museo la semana siguiente. Éste contará con 900 metros cuadrados y medio millar de piezas, tanto de pintura, como escultura, estandartes, objetos de culto, etc., así como con una sala de audiovisuales y audioguías en diversos idiomas.
Desde la primavera de 2012 se podía acceder, desde el interior del templo, a los camarines alto y bajo, así como a la "escalera del Duque", antes en clausura.
De las siete salas visitables en el momento de nuestra visita, algunas están dedicadas a muestras pictóricas de indudable valor.
También tienen su espacio en los 170 metros cuadrados de exposición diversas esculturas y otros objetos de arte.
Lo más atractivo, sin duda, y esperado por los visitantes del camarín alto es poder contemplar de cerca el sepulcro actual de Santa Teresa, de mármol negro jaspeado, realizado en 1759 por Jacques Marquet y donado por los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza, a cuyos costados se han colocado el corazón y el brazo incorruptos de la Santa. Años antes, en 1677, se había trasladado el antiguo sepulcro, labrado en piedra de Villamayor, al centro del retablo, en un arco que comunica la iglesia con el camarín alto. Dicho arco se modificó en 1760, recubriéndole de mármoles, para acoger el nuevo antes mencionado.
Sería muy interesante, sin duda, dedicar más espacio y más fotografías a la iglesia del monasterio de la Concepción de las Madres Carmelitas Descalzas, pero no es éste el objetivo propuesto; como muestra, la celda conventual de Santa Teresa donde murió el 4 de octubre de 1582, transformada actualmente en una rica capilla.
No me resisto, en cambio, a dejar constancia de una anécdota poco conocida ocurrida con motivo de la visita que el hoy canonizado Juan Pablo II realizó a Alba de Tormes en 1982 con motivo del IV Centenario de la muerte de la Santa y publicada por Salamanca al día el domingo 1 de mayo de 2011.
La sagacidad del P. Raimundo Barrado era proverbial. Y él también se
alegró del equívoco (lo consideraba providencial) y, así, quiso dar su
explicación de aquello que contó el P. General. Un mes después del suceso, en
diciembre de 1982 escribió un papel –transcrito a máquina y firmado por él- que
dice así literalmente:
La cosa sucedió así: en el itinerario de la Visita del Papa al
Monasterio de las Madres de Alba se excluyó incomprensiblemente su entrada a la
celda de la muerte. Iría directamente al Camarín del Sepulcro, entrando por la
puerta que comunica la Iglesia y el Convento. En la preparación del viaje Mons. Somalo había pedido a la Comunidad
que dispusieran, como se hacía en todas partes, una habitación con servicio, dada la salud
del Papa. Todo sucedió según lo previsto; pero al salir, en el jaleo de tanta
gente, el Santo Padre se encontró con una monja, a la que pidió le llevase a la habitación. Ella entendió
que la pedía le llevase a la habitación de
la muerte, situada a pocos pasos de
allí. La estrechez del lugar hizo que la monja le llevase a la celda de la muerte sin que nadie se diese cuenta. Al buscar al Santo Padre para seguirle le encontraron solo en la
celda, donde la religiosa le había llevado, retirándose respetuosamente. No cabe duda que la Providencia divina anda al quite de nuestras fragilidades,
para enderezarlas según sus planes, que por ser más altos que los nuestros, no
siempre coinciden. Fr. Raimundo de la
Transverberación.
En la misma plaza de Santa Teresa está también ubicado el convento de Padres Carmelitas, que cuenta de igual forma con un interesante museo, aunque éste de más reducidas dimensiones. Entre las piezas expuestas destacar una Inmaculada, un Crucificado de marfil, un arca que contuvo el cuerpo sin vida de San Juan de la Cruz y un armario relicario donde se guarda, entre otras reliquias, un dedo del santo.
De camino hacia el Castillo-Torreón, mis compañeros tuvieron la gentileza de posar bajo la placa de cerámica que identifica la calle Padre Raimundo.
En el interior, las cuatro plantas de la torre del homenaje albergan un museo y una sala de frescos renacentistas, todo relacionado, como es de lógica, con la Casa Ducal de Alba, especialmente en lo que atañe a don Fernando Álvarez de Toledo, conocido como el Gran Duque, bajo cuyo mando estuvieron los tercios españoles en las guerras europeas del siglo XVI durante los reinados de Carlos I y de Felipe II. Así se pueden admirar, entre otras obras de arte, un fresco de Cristóbal Passini, "La batalla de Mühlberg", o el escudo de la Casa Ducal en una de las bóvedas.
La batalla recreada en el fresco se libró el 24 de abril de 1547 entre las tropas imperiales mandadas por el Duque de Alba, encabezadas por el propio emperador, y los ejércitos de la Liga protestante de Smalkalda. La victoria católica fue decisiva, ya que propició la desaparición de la Liga y el afianzamiento de la posición política del emperador Carlos en Alemania.
Un espléndido mirador en lo alto del Torreón permite disfrutar de excelentes vistas panorámicas de toda la villa y contemplar el resultado de las excavaciones arqueológicas efectuadas en el solar del castillo, así como la puesta en valor de algunos de los restos hallados en dichos trabajos.
Tras la visita guiada y las explicaciones pertinentes sólo quedaba dejar constancia de nuestro paso por las instalaciones del Castillo antes de acudir a dar buena cuenta de la comida que ya nos esperaba en el Hotel-Restaurante Alameda.
Situado a las afueras del casco urbano, en la carretera que conduce a Piedrahita, ofreció la posibilidad de tomar un aperitivo en la terraza exterior esperando a los compañeros que no habían podido acudir desde primera hora; posteriormente, ya en el amplio y luminoso comedor, nos acomodamos en la mesa que teníamos reservada con antelación.
Una vez finalizada la comida (que consistió en unos entrantes para compartir a base de entremeses calientes y fríos, tostas de gambas, queso de cabra y mejillones, más un segundo a elegir entre tostón asado, entrecot de ternera a la pimienta o roquefort y merluza hojaldrada especialidad de la casa, regados con Rioja joven y finalizados con tarta, café y chupitos), tuvimos oportunidad de una excelente sobremesa en la terraza exterior.
Más tarde, algunos compañeros aprovecharon para comprar buen embutido en alguno de los establecimientos especializados, otros para volver a la plaza, centro neurálgico siempre de la villa, más en este día de Feria, otros para dar un paseo y conocer la Basílica inconclusa y la estatua de Santa Teresa obra de Venancio Blanco, otros visitaron pastelerías donde se pueden encontrar almendras garrapiñadas, yemas de Santa Teresa, hornazo, etc., y otros, finalmente, decidieron que debían regresar a sus lugares de residencia, cerrando así una jornada donde en todo momento reinó el buen humor y el compañerismo que siempre están muy presentes en cada uno de nuestros encuentros.
Este fin de semana, segundo de noviembre, que dedico a escribir esta especie de crónica-reportaje finaliza en Aranda de Duero la actual edición de las Edades del Hombre; ya está anunciada la correspondiente a 2015 que se celebrará en Ávila y Alba de Tormes con motivo del V Centenario del nacimiento de la Santa. La exposición en la sede de Alba estará ubicada en la Basílica, según se ha conocido en estos últimos días; será una buena oportunidad para completar la visita al Museo carmelitano de Santa Teresa ya en todo su esplendor y disfrutar con esta nueva edición de arte sacro, muy valorado en todas sus convocatorias anteriores, tanto a nivel nacional como internacional.
Hola, desde unos cuantos años mas, saludos a mis compañeros de los “mondas”. Soy Juan Miguel Santos Santos. Mi mail mas seguro es: parasantossantos@hotmail.com
ResponderEliminarComunicaros. Un abrazo para todos.