Alba de Tormes

Alba de Tormes
Vista de Alba de Tormes. Anton van den Wyngaerde, 1570.

domingo, 3 de enero de 2016

IGLESIA DE SAN CIPRIANO. ZAMORA

La iglesia de San Cebrián o San Cipriano es una de las más antiguas de Zamora, comenzada a finales del siglo XI o principios del XII. No obstante, pudiera ser que se construyera sobre una basílica paleocristiana, posterior al siglo IV pero posiblemente anterior al VII, como señala Carlos Cabañas en su obra Las huellas del tiempo en el plano de Zamora, editada en 2002 por el Ayuntamiento de la capital; junto a las iglesias de San Román, hoy Santa María la Nueva, y Santa Leocadia, hoy San Ildefonso, conformarían la triada de templos paleocristianos de la ciudad.



Situada en el primer recinto amurallado, su torre, en el ángulo sudoeste, formó parte de las defensas junto a una de las puertas de acceso a dicho primer recinto, demolida en 1726 y de la que apenas quedan restos, con la misma denominación que la iglesia.



Sí se conserva algún lienzo y cubo de defensa del trazado original de la muralla bajo las instalaciones de lo que hoy es Parador de Turismo, en la cuesta de subida desde la plaza de Santa Lucía, en la Puebla del Valle, arrabal posteriormente cerrado por el tercer recinto amurallado erigido durante el siglo XIV.


Orientado el templo canónicamente, su cabecera, siguiendo modelos altomedievales muy arraigados en Zamora, está formada por tres ábsides de testero plano, que se correspondían con las tres naves que tuvo en origen.
El ábside meridional fue totalmente reconstruido en la rehabilitación efectuada en 1975, siguiendo el modelo del septentrional; de igual forma, también en dicho momento desapareció un camarín del siglo XVIII y se rehizo la ventana del ábside central, en cuyo tímpano se ubicó un relieve que anteriormente se encontraba en el interior del templo.



El ábside central es más alto y ancho que los laterales y sobresale de éstos. En el alero se observan distintos canecillos, algunos de labra actual.
Por encima, en la cabecera de la nave, hay una ventana ajimezada también visible en el interior; parece que la columna es de nueva construcción, erigida con la finalidad de mantener los restos de lo que en su momento pudo ser un rosetón para iluminar el interior del templo.



En la ventana del ábside central, como ya se ha señalado, se reubicó un relieve con tres personajes y una inscripción en la que se hace mención de un templo dedicado a San Andrés en 1094 y de los tres maestros encargados de las obras, Alfonso, Sancho y Raimundo.
Para algunos historiadores los tres personajes representan a dichos maestros, mientras que para otros se trataría de dos mujeres, las de la izquierda del observador, y un varón, todos con gestos de dolor.




En el relieve del tímpano de la ventana del ábside meridional aparecen cuatro personajes que bien podrían ser apóstoles representados con sus atributos identificadores, a decir de los expertos. 
De izquierda a derecha serían, Santiago el Mayor, Tomás, Pedro y Felipe. Particularmente, sólo distingo una cruz portada por el personaje de la derecha del observador, atributo que generalmente distingue al apóstol Felipe, pero no las llaves de San Pedro ni los elementos que sujetan los otros personajes.



Mayor discrepancia existe si cabe sobre los personajes del relieve encastrado como tímpano en la ventana del ábside del Evangelio. Así, donde Gómez Moreno ve representada la Ascensión, a la izquierda del observador, los autores de la enciclopedia del Románico en Zamora ven las Tres Marías ante el sepulcro y el doctor Rivera de las Heras señala que son San Miguel y el Dragón y una Anunciación.
En lo que todos coinciden es en la escena de la derecha del observador, el Sacrificio de Isaac.



En la saetera de este ventanal se conserva parte de una reja románica del siglo XII formada por un astil con espirales laterales.
Los capiteles de las columnas tienen decoración geométrica y vegetal y sostienen cimacios calados sobre los que apoya el arco de medio punto con dos arquivoltas baquetonadas protegidas por una chambrana de tacos o billetes.


En la fachada norte se abre una ventana cobijada por un arco de medio punto, con una sola arquivolta baquetonada y bajo taqueado jaqués; el remate superior de la saetera parece una pieza reutilizada con decoración de entrelazado.
En el capitel de la columna a la izquierda del observador, a pesar de su deterioro, todavía parece apreciarse un ave o quizás un basilisco.







Sujetando los aleros del ábside central y del muro de la fachada norte, decorados con taqueado jaqués, se aprecian distintos canecillos con representaciones diversas, difíciles de distinguir en su mayor parte por el deterioro evidente.


Muy interesantes son los diferentes relieves reutilizados que se han colocado en el muro de la fachada sur, a ambos lados y sobre la portada de este lado.


A la izquierda del observador vemos la representación de un herrero trabajando en su fragua, identificado por la inscripción que figura a su lado: VERMU/ DO FERA/ RIO: QUI FE/ CIT MEM/ ORIA DE/ SUA FRA/ VICA.


A su lado, un personaje identificado como San Pedro por la llave que sujeta con la mano derecha y el epígrafe correspondiente. 
Es posible que hace unos años tanto el epígrafe como la llave fueran más reconocibles, pero actualmente el deterioro solamente permite intuir dichos elementos. No obstante, en cualquier publicación sobre los relieves, los distintos autores se muestran de acuerdo en esta identificación.


A continuación vemos un crismón circular, representación no muy habitual en el románico zamorano. La sensación, nada más verlo, es que se ha colocado arbitrariamente en la orientación que mantiene dentro del conjunto, ya que debería haber sido girado 90º en el sentido de las agujas del reloj; de esta forma, la P y la X, iniciales del nombre de Cristo en griego, estarían en su posición natural, con alfa y omega a los costados, no tumbadas como se aprecia en la fotografía.
El anagrama va rodeado de un epígrafe en latín con los nombres de los evangelistas; claramente se puede leer en la parte superior izquierda de dicho círculo MATEUS seguido de LUCA y con mucha mayor dificultad el resto.
Parece ser que las figuras del Tetramorfos también estaban representadas en las esquinas del sillar, pero de las mismas sólo quedarían algunos restos en la esquina superior izquierda y casi en el centro de la parte baja, tal como está colocado en la actualidad en el muro.


A la derecha del observador un monstruo rampante con cuerpo de cuadrúpedo, cola de serpiente y siete cabezas, que podría representar la Bestia que San Juan describe en Apocalipsis 17.

  
Un poco más arriba se encuentra un relieve incompleto que los expertos señalan puede representar a Cristo, al que le falta la parte superior, una vez resucitado, junto al que se aprecia una imagen arrodillada que correspondería a María Magdalena, un ángel turiferario, también ligeramente mutilado, y el sepulcro.


Al otro lado de la portada meridional se encuentra el relieve de Daniel en el foso de los leones. Se ha señalado que todos los relieves, pero en especial éste, por su rudeza tanto compositiva como técnica, guardan evidentes similitudes con los capiteles visigóticos de San Pedro de la Nave. Nada tiene de extraño si realmente los relieves pertenecen al templo paleocristiano precedente o una desaparecida iglesia situada en las inmediaciones y advocada a San Andrés de construcción mozárabe.



Tanto la torre como la fachada meridional corresponden a una segunda fase constructiva llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XII.
Ya se ha señalado el carácter defensivo de la torre en el conjunto del primer recinto amurallado; de planta cuadrada, en el cuerpo inferior hay un pasadizo, cuyo arco de entrada es muy apuntado, igual que lo es la bóveda de cañón que lo cubre.
También son apuntados los arcos, sustentados por imposta de billetes, de los vanos del cuerpo de campanas, como corresponde a la fecha tardía en que se levantó. Actualmente la torre está rematada por un chapitel de pizarra.



En la fotografía más cercana del pasadizo se observa cómo está cegado a consecuencia de la construcción de la capilla funeraria que se levantó durante el siglo XV, así como la decoración a base de puntas de diamante de la arista del arco.
Ya en época gótica se erigió una hornacina volada en la esquina sureste de la torre; bajo el arco trilobulado recibía culto en tiempos una imagen pétrea de la Virgen.


La portada que se abre en la fachada meridional es muy sencilla, con arco de medio punto y triple arquivolta en cuyas dovelas se puede ver una inscripción con el epitafio del rey Alfonso VII, fallecido el 21 de agosto de 1157.

US INPER
ATOR TOCI/    V REQUIESCA
SEPTEMBRIS IN ERA
XII K(alendas) T IN PACE AMEN Cruz patriarcal por Christus
M C XC
ADEFONS
US SPANIE OBIIT
Si en el caso del Crismón parece que se haya tumbado al encastrarlo en el muro, aquí no cabe ninguna duda de que las dovelas se han colocado de forma totalmente arbitraria. La leyenda del epitafio sería:
ADEFONSUS IMPERATOR TOCIUS SPANIE OBIIT XII KALENDAS SEPTEMBRIS IN ERA MCXCV. REQUIESCAT IN PACE AMEN CHRISTUS.


Una vez en el interior del templo lo primero que llama la atención es que la planta basilical de tres naves con tres tramos que tendría en origen fue transformada a finales del siglo XIII o comienzos del XIV, quedando la estructura actual de una sola nave, aunque manteniendo los tres tramos que conforman los enormes arcos perpiaños apuntados que sostienen una armadura de madera.



Se ha conservado la cabecera con sus tres ábsides, aunque el arco triunfal alancetado y peraltado de la capilla Mayor y su bóveda de cañón apuntado hacen patente que se deben a una reforma posterior.
Esta capilla Mayor está decorada en su interior con ocho arquerías ciegas de medio punto; aunque no se distinguen bien en la fotografía, en el soporte de la mesa del altar se ha encastrado un crismón, así como otro también circular en el muro sur de la capilla. Aquí recibe culto una imagen de San Cipriano, obra de Ruiz de Zumeta a finales del siglo XVI y policromada por Alonso de Remesal el Viejo.
Las capillas de la epístola y del evangelio tienen arcos de medio punto adornados con baquetones y medias cañas y se cubren con bóvedas de cañón, al tiempo que también se decoran con arquerías ciegas en los muros laterales.

Epifanía

Fotografía extraída del cartel informativo en el exterior del templo.
Los expertos califican los distintos capiteles historiados del interior como obra de un escultor poco hábil, que utiliza un estilo rudimentario.
Los dos capiteles del arco triunfal de la capilla Mayor representan una Epifanía, el del lado del Evangelio, y la Expulsión del Paraíso, el del lado de la Epístola.
En los capiteles de la capilla norte, con restos de la policromía original, están representados los tormentos del Infierno y la Gloria, respectivamente, mientras que en la capilla sur se muestran la Muerte de Sansón y el Juicio de Salomón.



De finales del siglo XIII o comienzos del XIV es la capilla abierta en el muro septentrional; en ella se abren dos arcosolios apuntados.
Entre los dos arcosolios de esta capilla bautismal hay un relieve con dos figuras humanas abrazándose, que se han interpretado como la Virgen y Santa Isabel en la escena de la Visitación.


Como ya se ha indicado, a los pies de la iglesia, en el último tramo de la nave, junto a la torre, se abrió una capilla funeraria propiedad de Cristóbal González de Fermosel en el siglo XVI.
El retablo fue realizado en la última década de dicho siglo por Antonio Falcote y Juan de Montejo el Viejo, los dos más destacados representantes del manierismo italiano en Zamora capital. En el testamento del entallador Falcote se hace referencia a que este retablo fue contratado por él, pero lo dejó incompleto, por lo que hubo de terminarlo Juan de Montejo.


Además de la imagen central, una Virgen sentada sosteniendo al Niño en su regazo, destacan diversos relieves en el banco representando la Imposición de la casulla a San Ildefonso, una de las mejores obras de esta época, y la Lactación de San Bernardo, junto a las imágenes de San Ildefonso y San Atilano.
El cuerpo central del retablo está enmarcado por columnas corintias estriadas que, junto a dos pilastras en el interior, delimitan tres calles; en las laterales, a ambos lados de la Virgen, dos tablas pintadas por Alonso de Remesal el Viejo representan a un Ángel de la Guarda y a San Andrés, respectivamente.
El basamento sobre el que se levanta el retablo, así como el soporte del ara del altar, están ambos realizados en alabastro.


En el ático, sobre una cornisa quebrada acabada en roleos, las figuras de un Calvario ante un fondo pintado representando un paisaje; a ambos lados, las estatuas de David y Moisés, y por encima, el remate de un frontispicio redondo que culmina en el escudo de los Fermoselle, a cuyos lados se reclinan unas figuras que copian el Crepúsculo y la Aurora que Miguel Ángel diseñó para el sepulcro de Lorenzo de Médicis en Florencia.
Tanto las tres figuras del Calvario como las dos de los profetas serían parte del trabajo que Juan de Montejo realizó tras la muerte de Falcote; a decir de los entendidos, su excelente policromía, la expresión de los rostros, las manos y la pierna adelantada, así como los plegados muy movidos dan a estas imágenes un carácter de protobarroco, a pesar de que se trata de un conjunto manierista muy italianizante.

Para finalizar, una breve reseña del titular de esta iglesia, San Cipriano o San Cebrián.
Nació hacia el año 200 de la era cristiana en el norte de África, posiblemente en Cartago, en el seno de una familia distinguida de la sociedad romana. Su nombre completo sería Thascius Caecilius Cyprianus; se desconoce la fecha concreta de su conversión al cristianismo, aunque parece que debió ser entre los años 245 y 248.
Muy pronto fue ordenado diácono y posteriormente presbítero, siendo nombrado obispo de Cartago no más allá de 249. Mantuvo un fuerte enfrentamiento con los obispos de Roma, que pretendían imponer no sólo una autoridad moral sino también jurídica sobre el resto de los obispos, lo que llevó a la ruptura temporal de las iglesias africanas con Roma.
En septiembre de 258 fue apresado por negarse a reconocer al César como Dios y rendirle culto, dentro de la persecución que Valeriano promovió contra los cristianos en todo el Imperio. Fue ejecutado por decapitación, siendo considerado por tanto, además de uno de los primeros Padres de Occidente, como mártir de la Iglesia.



FUENTES.-
  
- RIVERA DE LAS HERAS, J.A. "Por la catedral, iglesias y ermitas de la ciudad de Zamora". 
  Edilesa, 1ª edición. 2001
- "Todo el Románico de Zamora". Fundación Santa María La Real. Aguilar de Campoo, 2010.
- FERRERO FERRERO, F. "La configuración urbana de Zamora durante la época románica".
  Studia Zamorensia. ISSN 0214. Nº 8. 2008
- CABAÑAS VÁZQUEZ, C. "Las huellas del tiempo en el plano de Zamora". Ayuntamiento de Zamora 2002
FERRERO FERRERO, F. "Jurisdicción municipal y poder eclesiástico en la Zamora medieval".
  Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Hª Medieval, t.7, 1994, págs. 121-158.
- SAMANIEGO HIDALGO, S. "El retablo zamorano a finales del siglo XVI: Montejo y Falcote".

2 comentarios:

  1. Muy excelente entrada.Bien redactada y con buenas imágenes..
    Curioso el de la imagen con los tres personajes de los que se supone que dos pueden ser mujeres...

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    1. Con relación a este relieve concretamente, en el tomo dedicado a Zamora de la Enciclopedia del Románico en Castilla y León, se dice textualmente: "Representa a tres personajes, los dos de la izquierda femeninos, ataviados con tocas con barboquejo y en el caso del central ricamente vestida, y el derecho masculino, barbado, que ase por la muñeca la mano de la mujer, la cual se lleva la mano al mentón, gestos ambos de dolor".

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