Alba de Tormes

Alba de Tormes
Vista de Alba de Tormes. Anton van den Wyngaerde, 1570.

viernes, 22 de enero de 2016

IGLESIA DE SANTA MARÍA LA NUEVA. ZAMORA

Situada en el interior del primer recinto amurallado, es una de las parroquias más antiguas de la ciudad; estuvo bajo la advocación de San Román hasta que fue reedificada de sus cenizas tras el Motín de la Trucha (1), alcanzando muy pronto la dignidad abacial y llegando a contar con ocho presbíteros y varios clérigos y acólitos en siglos posteriores. Parece que durante el siglo V y siguientes, primero bajo dominación sueva y luego visigoda (2), los nuevos conquistadores se asentaron en las inmediaciones de esta iglesia y de la de San Cipriano, mientras que la poca población de ascendencia hispanorromana se concentraría cerca de la necrópolis ubicada en la zona de Santa Leocadia, hoy iglesia arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, y la población judía junto al carral maior, hoy Rúa de los Francos, en su confluencia con la calle Moreno.
La construcción está hecha a base de sillería de piedra arenisca local; de su primera época románica conservaría la cabecera, aunque existen muchas dudas acerca de su configuración; de la segunda, tras el incendio, los muros de la nave y la torre.























De aquella primera época como iglesia visigoda se conservaría, posiblemente, el arco doblado de la portada meridional, de medio punto sobre pilastras la rosca interior, de nueva talla, y de herradura la exterior, única de estas características en la ciudad, con dovelas aboceladas, que apoya en columnas cuyos cimacios se decoran con rosetas o estrellas inscritas en círculos y cuyos capiteles historiados presentan a una sirena de doble cola y dos aves con los cuellos entrelazados, respectivamente. Aunque la mayoría de los expertos consideran dicho arco de herradura como procedente de un templo anterior, reutilizado en la reconstrucción, no todos están de acuerdo en la datación que se le debe asignar; para unos sería de procedencia visigoda, para otros de finales del siglo XI, coincidiendo con la erección del ábside central; incluso hay quienes opinan que podría tratarse del resultado de un ensamblaje deficiente de las piezas.


Tras muchas transformaciones a lo largo de los siglos, todavía conserva de la primitiva fábrica románica , como ya se dijo, parte de la cabecera semicircular con tramo presbiteral recto, al que se han adosado dos dependencias cuadrangulares; el resto de la construcción, es decir, los muros perimetrales y la torre, se levantaría con posterioridad al incendio de 1158, por tanto ya en época tardorrománica.
En la fotografía se aprecia claramente el diferente color de la piedra en el arco ciego central, que se debe a las intervenciones llevadas a cabo por Menéndez-Pidal y Pons-Sorolla entre los años 1949 y 1958 (3), cuando se retiró un camarín del siglo XVIII que ocupaba esta zona.





















Los siete arcos que componen la decoración del ábside, más ancho y alto el central, son todos de medio punto, con dovelas cuadrangulares y lisas; descansan en columnas adosadas ultrasemicirculares que se apoyan en un alto podium, excepto en ambos extremos, que lo hacen en ménsulas de rollos. Por encima de la arquería, un alero soportado por canecillos con variadas representaciones.
Los cimacios de las columnas se decoran con ajedrezado y los capiteles, todos originales, de tosca factura a decir de los expertos, con temas vegetales y figurados.



De los capiteles destacan los dos que ilustran las fotografías superiores, bajo el segundo arco del ábside comenzando a contar de norte a sur.
El primero representa a un individuo que sostiene un palo con la mano derecha y se mesa la barba con la otra, mientras que a su izquierda aparece un cuadrúpedo; el otro, un personaje vestido con túnica al que dos leones muerden los brazos abiertos. Éste ha sido identificado por algunos como Daniel en el foso de los leones.





















El capitel más al sur parece que hubiera sido tallado en piedra distinta y el tema también difiere mucho del resto; rectángulos con nervios verticales, menos el central con entrelazo, rematan alternativamente en rollos y bolas, con todo el conjunto cobijado bajo una especie de sombrerillo, sobre el que apoya un ábaco de entrelazo.
El siguiente tiene decoración vegetal; grandes hojas lanceoladas alternan con la punta hacia arriba y hacia abajo.



Las dos ménsulas de los extremos, muy deteriorada la del sur, sin cimacio, están decoradas con sogueado en los laterales y parte inferior, donde a continuación, tras nacela, aparece un rollo.





En tres de los arcos ciegos se abren ventanas de factura muy similar, con una pequeña saetera enmarcada por columnas gruesas y cortas que sostienen un arco doblado de medio punto, con la rosca exterior abocelada y la interior con dovelas lisas.



Dejando aparte los capiteles de la ventana central, puesto que son reproducciones como ya se ha señalado, en los de la ventana más al sur aparece un personaje con túnica que parece orar ante un altar con los brazos abiertos, bajo cimacio moderno, y una figura desnuda entre árboles, que podría tratarse de Adán o de Eva en el Paraíso, bajo cimacio de entrelazo. Esta ventana estuvo, seguramente cegada y revocada, dentro de una estancia que desapareció tras las intervenciones de 1949-58.



En la ventana norte están representados un ángel acéfalo con el cuerpo cubierto por túnica de escamas (aunque hay quien señala la posibilidad de que sea un águila) bajo cimacio con decoración vegetal y serpientes entrelazadas bajo cimacio con decoración de ajedrezado, respectivamente.



En la dependencia cuadrangular meridional adosada al presbiterio hay también un ventanal de similares características a los del ábside; está en gran parte reconstruido, pero conserva un interesante capitel, bajo cimacio decorado con ajedrezado y entrelazo, que representa a dos aves picoteando la cabeza de un hombre.


La otra dependencia, la situada al norte, por el contrario no tiene ventanal alguno cobijando la saetera.
Mucho se ha especulado sobre la apariencia original de la cabecera; únicamente en el relato del Motín de la Trucha, antes mencionado, se hace referencia a que la iglesia tuviera tres naves con sus correspondientes capillas. Los profesionales encargados de las últimas intervenciones encuadradas en el Proyecto Cultural Zamora Románica señalan que todo el ábside "denota evidentes signos de reconstrucción"... "todo parece estar sospechosamente alterado y recompuesto al buen entender del maestro o arquitecto de turno".


En el segundo arco ciego del ábside, comenzando por el norte, encima del ventanal correspondiente, se conserva una cruz de madera, lógicamente bastante deteriorada por las inclemencias del tiempo; según información proporcionada por la persona encargada de la custodia de la iglesia se trata de una antigua Cruz de Guía de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, que tiene en este templo su sede canónica.
No obstante, estoy casi seguro de que esta información no es correcta, ya que en el informe elevado a la Dirección General de Bellas Artes por D. Manuel Gómez Moreno el 27 de octubre de 1944 solicitando la declaración de Monumento histórico-artístico para este templo hay una fotografía del ábside en la que ya aparece la citada cruz; se cita que el deterioro de la iglesia es evidente y que estaba cerrada al culto.
La imagen de Jesús Yacente fue trasladada a esta iglesia en 1966; hasta ese momento había permanecido en la iglesia de La Concepción, donde fue descubierta y creada la Hermandad en 1941, por lo que no parece que tengan relación las mencionadas Cruz y Hermandad.


El alero del ábside de la capilla mayor, debido a su deterioro, fue una de las partes más intervenidas en el proyecto de Menéndez-Pidal y Pons-Sorolla, debiendo sustituir muchas de las piezas de la cornisa; los restos originales se decoran con ajedrezados.
Según la Enciclopedia del Románico, de los veinte canecillos que sostienen dicha cornisa, solamente once son originales.



Tan solo en algunos se puede apreciar bien la decoración; así, en los de las fotografías superiores, uno se decora con rollos y el otro, seguramente, con lo que parece un águila sin cabeza, aunque también se ha dicho que pudiera ser un ángel acéfalo.



En otro de los canecillos se observan diversos rectángulos curvos superpuestos que acogen una bola y, a su lado en la cornisa, un cilindro que parece sujeto con una pieza lanceolada.


Hay otros dos canecillos más decorados con rollos y uno donde se representa una cabeza simiesca con el cuello enroscado por una serpiente.
Los expertos señalan que los autores serían "tallistas muy poco hábiles, con recursos muy rudimentarios" que ejecutaron "figuras simples, toscas y planas y recurriendo en el mejor de los casos al bisel".



Respecto a la fachada septentrional, lo más destacado es su portada, muy descentrada con respecto a los dos contrafuertes que la enmarcan; como se puede apreciar, es de arco muy apuntado, lo que evidencia su factura en época ya muy tardorrománica.



El arco de entrada al templo está moldurado con bocel entre medias cañas, al igual que las arquivoltas.
El conjunto está protegido por una chambrana que tiene como base decorativa la denominada moldura zamorana, constituida por listel, nacela y bocel, muy utilizada en distintos monumentos de la ciudad y provincia, como atestigua que se haya empleado también en la imposta sobre la que descansan arco y arquivoltas de esta portada.
Por encima de la chambrana  hay un escudo pequeño muy erosionado; también se aprecian una ventana saetera y dos canzorros, sobre los que apoyaría la viga que sostendría el tejadillo que sin duda protegía esta entrada, como ponen de manifiesto las huellas y llagas dejadas en el muro.



Tanto el arco como las arquivoltas se apoyan, por medio de una imposta zamorana de listel, nacela y bocel ya mencionada, aquél en jambas de sillares lisos y éstas en cuatro columnas acodilladas, cuyos capiteles ligeramente estriados tienen como decoración una bola.



La portada occidental, abierta en el cuerpo de la torre, presenta arco doblado de medio punto protegido por chambrana y apoyado en imposta zamorana, similar a la de la portada norte.
Sobre ella, ventanal conformado por un vano enmarcado por jambas lisas, que sostienen un arco de medio punto doblado, y dos arquivoltas con moldura de bocel entre mediascañas, que se apoyan en columnas acodilladas, cuyos capiteles presentan decoración vegetal; hay que señalar también la existencia de la consabida imposta zamorana por encima de jambas y columnas, así como una chambrana protegiendo el conjunto.



En la fachada meridional encontramos también tres contrafuertes, posiblemente de finales del siglo XIII, cuando se realiza la supuesta reforma del cambio de tres naves a una; entre los dos del primer tramo de la nave hubo un osario, desaparecido tras la última intervención, que se aprecia en la fotografía tomada del panel anunciador e informativo en las inmediaciones del templo.


También la portada de este lado, en parte ya descrita al comienzo, está descentrada respecto a los contrafuertes. Está protegida por un arco de ladrillo, de construcción muy posterior; se observa sobre la clave del arco una hornacina hoy vacía, pero que debió cobijar una imagen de la Virgen.



En el alero, distintos canecillos muy erosionados, entre los que se distinguen algunos decorados con rollos, otro con una especie de estrella de cuatro puntas y un grupo numeroso de troncopiramidales con hojas lanceoladas, tan común en la catedral y otros templos de la capital.


Curiosamente, entre los dos primeros contrafuertes aparecen una serie de canecillos que no sostienen cornisa alguna actualmente, aunque lógicamente lo hicieron en un determinado momento, con toda probabilidad anterior a la transformación en iglesia de una sola nave, circunstancia que obligó a elevar los muros laterales para poder construir los arcos perpiaños agudos que conforman los tres tramos de la misma.
A pesar del enorme deterioro sufrido, todavía en uno de ellos parece distinguirse la figura de un ángel o de  un águila con las alas extendidas, que se ha protegido, al igual que el resto, con una especie de tejadillo.



A los pies de la nave se erigió la torre, con la misma anchura que ésta, a finales del siglo XII o comienzos del XIII; remata en dos espadañas, una muy pequeña levantada en piedra y ladrillo aproximadamente en el centro y la otra, dividida en dos cuerpos, que forma parte de la fachada meridional, con tres vanos, de época barroca.
Al exterior, en dicha fachada sur, presenta también dos arcosolios funerarios de medio punto con arista en bocel y dos canzorros que, junto a otros desaparecidos, sin duda sostendrían el correspondiente pórtico. Más arriba, casi junto a la espadaña, se aprecia un vano con forma de saetera, que seguramente servirá para iluminar alguna estancia o la escalera de acceso al cuerpo de campanas.


En el hastial de poniente, además de la portada y el ventanal a los que ya nos hemos referido anteriormente, se advierten otros tres vanos, uno más pequeño a la misma altura del ventanal y los otros dos por encima de éste.
Son ventanas saeteras que sirven para la iluminación del interior de la torre, de la escalera de caracol que sube hasta la espadaña y de una estancia superior, respectivamente.
La opinión general es que la torre está desmochada o bien no llegó a concluirse con la altura que se había previsto inicialmente; dada su cercanía a la muralla, puede que tuviera incluso elementos defensivos como almenas y merlones.


Una vez en el interior, lo primero que llama la atención es la amplitud de la nave, dividida en tres tramos por los arcos perpiaños apuntados ya mencionados anteriormente; en la actualidad se cubre con bóvedas de lunetos, seguramente volteadas ya en época barroca.




En las ilustraciones superiores, decoración de las bóvedas que cubren cada uno de los tramos representando, respectivamente, el sol, una estrella de ocho puntas y la luna.



La capilla Mayor se cubre con bóveda de horno, aunque sobrepasa el cuarto de esfera hasta alcanzar un desarrollo de herradura, que se aprecia en el arco, protegido con chambrana lisa, de encuentro con el tramo recto presbiteral. La decoración del ábside se limita a las tres saeteras que proporcionan iluminación y dos impostas, que en origen parece ser fueron ajedrezadas.
Cubre el presbiterio bóveda de cañón apuntado, en sillería de arenisca como toda la capilla. En los muros laterales, vanos de arco de medio punto dan acceso a las dos dependencias laterales.
El arco triunfal es muy apuntado, casi con seguridad consecuencia de los trabajos que llevaron a transformar las tres naves con que contaba la iglesia en la nave única actual.




















En los testeros rectos de la cabecera se han situado dos retablos gemelos, compuestos de banco o predela, un único cuerpo y ático.
En los respectivos áticos, relieves que representan la Anunciación y la Visitación de la Virgen a su prima santa Isabel.


En el muro norte del primer tramo de la nave se conservan restos de un San Cristóbal que se han datado en el siglo XVI; estas representaciones, siempre de tamaño considerable, aparecen en muchos templos (concretamente aquí en Zamora encontramos otro en la Catedral), en virtud de la consideración del santo como protector ante la muerte súbita. Tradicionalmente se pensaba que con solo mirar la imagen ya se estaba libre de ella durante todo el día, evitando así morir sin confesión y, por consiguiente, la condena al infierno.


En ese mismo muro norte, junto a la base del primer arco perpiaño, se puede ver una reja que protege un hueco donde, según los relatos del Motín de la Trucha, se cobijó la Hostia consagrada durante el incendio del templo (4).


A los pies de la nave, junto al ángulo noroeste formado por la confluencia de ésta con la torre, también protegido por reja, se encuentra lo que fue Archivo del Estado Noble de los Caballeros Hijosdalgo de Zamora, como reza la cartela informativa próxima.
La documentación que albergaba el citado archivo fue trasladada al Archivo Histórico Provincial.





















En el primero y tercer tramo, respectivamente, del muro sur hay sendos arcosolios funerarios de arco apuntado que se pueden fechar en época tardogótica.
En aquél, que actualmente cobija una imagen de san José con el Niño en brazos, quedan restos de pinturas murales en el intradós, posiblemente del siglo XVI; debajo hay un epitafio que reza así: HIC NUNC QUIESCIT QUI NUNCQUAN QUIEVIT, es decir, "Aquí reposa ahora quien nunca descansó".
En el entorno del otro y en la pared de la torre hay un ciclo de pinturas murales góticas, aparecidas en las reformas de mediados del siglo XX, que se han fechado en el siglo XIV, un poco anteriores a otro ciclo pictórico existente en la dependencia sur del presbiterio/sacristía.






















En las ilustraciones de arriba, además de la vista del conjunto en la última, distintos detalles de las diferentes escenas; cada una de éstas está encuadrada en una especie de marco, disponiéndose éstos a su vez en dos alturas.
En las dos primeras fotografías están representadas la Huida a Egipto y la Visitación, respectivamente; en la otra, hay dos escenas: en la parte superior la Adoración de los Magos y en la inferior La Última Cena.






















A los pies del templo, por un amplio arco de medio punto se accede al cuerpo de la torre, que se ha aprovechado para exponer distintas piezas pétreas recuperadas en la última intervención, así como los restos de una antigua armadura medieval. También se pueden contemplar distintas cruces penitenciales que portan los hermanos de Jesús Yacente en su procesión de la noche del Jueves Santo.
En el mismo destacan la puerta de acceso, el ventanal y la saetera a las que antes hemos hecho referencia cuando hemos descrito el hastial de poniente.




Una vez restauradas lucen en todo su esplendor dos vigas, así como tabicas y otros restos de la techumbre policromada del siglo XIV, de las que no se tenía noticia por estar ocultas y no figurar en documento alguno relativo a intervenciones anteriores en la cubierta del templo.




La ornamentación gótico-mudéjar está compuesta por elementos decorativos vegetales, así como epigrafía con caracteres islámicos y representaciones de animales reales y fantásticos con extraordinaria policromía.





















En este mismo cuerpo bajo de la torre se abre una capilla, presidida actualmente por un Crucificado, cuyo eje es perpendicular al de la nave; seguramente siempre con función bautismal, está cubierta con bóveda de cañón y se accede a ella por un arco de medio punto, ambos apoyados en la ya muchas veces mencionada imposta zamorana de listel, nacela y bocel.


En el muro occidental, además de la puerta adintelada de acceso a la escalera de caracol, por la que se asciende a una estancia superior y al cuerpo de campanas, una inscripción funeraria está fechada el 21 de septiembre de la era MCCCXXXIII, es decir, el año del Señor de 1295.






















































"Allí mismo la pila del bautismo, con diámetro de 1,35 metros, ensanchando algo por arriba y esculpidos en ella siete arquillos rebajados, sobre columnas y albergando figuras rudas que efigian a Jesús en su bautismo, puesto en alto, posada sobre su cabeza la paloma y dos personas a los lados mal reconocibles; siguen un ángel incensando, tres santos con casullas y libro y dos profetas con su rótulo, según uso. Es de piedra granuda, que no se presta a primores, y se haría en la segunda mitad del siglo XII".
Creo que no hay mejor forma para referirme a la pila bautismal románica que copiar textualmente la descripción que de ella hace Gómez Moreno en el informe que presenta ante la Dirección General de Bellas Artes solicitando la calificación de Monumento Histórico-Artístico para la iglesia de Santa María la Nueva en octubre de 1944.
A decir de los expertos, es la única de estas características en toda la provincia, con muy pocas en todo el Reino de León, aunque frecuente en Castilla, especialmente en Palencia, Burgos y Soria.


Como remate a este trabajo no podía elegir otra imagen distinta a la de Jesús Yacente, que se expone en la capilla Mayor de esta iglesia.
Obra de Francisco Fermín, uno de los oficiales de confianza de Gregorio Fernández, es la imagen titular de la penitente Hermandad de Jesús Yacente de esta capital, fundada en 1941. Cada noche de Jueves Santo desfila en procesión por las calles de Zamora, culminando con el canto del Miserere en la Plaza de Viriato en la madrugada del Viernes Santo.


NOTAS.-
(1).- Motín de la Trucha.
Una de las leyendas más conocidas de la ciudad de Zamora es la que hace referencia al levantamiento popular contra los abusos de la nobleza ocurrido en 1158 ó 1168. No hay constancia documental contemporánea de los hechos; la primera noticia acerca de los mismos que se conserva es la obra del cronista zamorano del siglo XV Florián de Ocampo, aunque es de destacar que en uno de los documentos, fechado en el siglo XVII, que se guardaban en el archivo de esta iglesia también se cuenta de forma pormenorizada lo acaecido por aquellos años y que tuvo como escenario la misma.
Había unas ordenanzas que establecían el privilegio de comprar sólo a la nobleza hasta una hora determinada, pasada la cual el pueblo llano podía acceder a los puestos del mercado. El hijo de un zapatero demandó y pagó una trucha que había pasado desapercibida hasta aquel momento, cuando un criado del noble Gómez Álvarez de Vizcaya la reclamó para su amo; como aquél estaba en su derecho por haber esperado para hacer su compra hasta después de la hora establecida, se entabló una reyerta de la que en principio salió airoso el plebeyo.
No obstante, al poco tiempo fue hecho preso y encarcelado, mientras los nobles se reunían en la iglesia de San Román para establecer el castigo que iban a aplicar al detenido. La noticia de esta reunión y los proyectos de escarmiento llegaron pronto a oídos de los plebeyos, los cuales, dirigidos por Benito el Pellitero, procurador del Común, se dirigieron hacia la iglesia, que pronto se vio rodeada.
La multitud prendió fuego al templo, que no tardó en venirse abajo causando la muerte de muchos nobles, entre los que se encontraban el propio Gómez Álvarez de Vizcaya y un hijo de Ponce de Cabrera, en aquel momento príncipe de Zamora. A continuación derribaron la mansión de aquél y pusieron en libertad al hijo del zapatero y a otros que con él habían detenido.
Según el relato del documento citado anteriormente, unas siete mil personas abandonaron la ciudad y se dirigieron hacia la vecina Portugal para huir del castigo. Desde allí mandaron emisarios al rey, Fernando II, solicitando su perdón y la absolución papal por la destrucción de la iglesia, consiguiendo ambos con la condición de que la reconstrucción del templo fuera por su cuenta.

(2).- San Román.
En el texto de Carlos Cabañas "La huella del tiempo en el plano de Zamora" aparece de forma reiterada la posibilidad de que hubiera en Zamora tres templos paleocristianos, que serían, el de Santa Leocadia (hoy San Ildefonso), San Cipriano y San Román.
Por otra parte, el canónigo magistral de la catedral, luego arcipreste de la misma, Francisco Romero López, gran orador, escritor y poeta, también académico de la Real Academia de la Historia, es el autor del libro "Leyendas y tradiciones zamoranas". En el capítulo dedicado al Motín de la Trucha se dice textualmente: "Esta Iglesia Abacial fue la primera que a principios del siglo XI edificó Fernando I en la ciudad repoblada, junto a la parte occidental de las murallas, dándole belleza de arte y seguridad de fortaleza. Estaba sobre las ruinas de la Iglesia mayor de San Román, Catedral primitiva de Zamora, destruida por los árabes." 

(3).- Intervenciones entre 1949 y 1958.
Debido al mal estado general del templo, el Arquitecto Conservador de Monumentos de la Primera Zona, en la que se encuadraba Zamora, D. Luis Menéndez-Pidal Álvarez y  el también arquitecto de la Dirección General de Arquitectura D. Francisco Pons-Sorolla y Arnau fueron encargados de realizar una serie de intervenciones en la iglesia de Santa María la Nueva entre 1949 y 1958.
En agosto del primer año tiene lugar el proyecto de restauración del ábside, que contempla la eliminación del camarín barroco y de una dependencia adosada al mismo en su parte sur que recrece la dependencia de ese lado. Es preciso, por tanto, la reconstrucción de la parte central del ábside y el hastial de la capilla o dependencia sur.
Es en esta intervención cuando se descubren las pinturas murales bajo revocos de cal en la sillería del templo; en el proyecto que se ejecuta en 1951, además de la restauración de los paramentos y el solado, se retiran los encalados y se hace una mínima limpieza superficial de los ciclos pictóricos.
Con posterioridad, en 1953 se atiende a las obras de reparación de las cubiertas y la coronación de los muros, en 1957 se restauran las partes degradadas de las fachadas exteriores y en 1958 se repone el maltrecho pavimento y el entorno de la iglesia.

(4).- Un milagro durante el Motín de la Trucha.
Son varias las versiones acerca del milagro acaecido con motivo del incendio de la iglesia de San Román; en una de ellas, la Sagrada Forma que se exponía en la Custodia, sin que mediara persona alguna, voló por el aire y se cobijó en un hueco existente en el muro norte del templo; según otra versión, fueron todas las Hostias consagradas que se guardaban en el Sagrario las protagonistas del suceso milagroso.
La más extendida, no obstante, recogida entre otros por el Magistral Romero en su obra, es la que señala que aprovecharon esa hendidura en el muro para volar hasta el cercano beaterio de las Donnas o Dueñas, donde fueron recibidas con alborozo, de tal forma que allí se guardaron y siguieron las vicisitudes de sus nuevas custodias.
En este beaterio se acogían viudas, principalmente, y también esposas e hijas de caballeros que se encontraban luchando contra los sarracenos; no era un convento ni ellas eran monjas, sino simplemente mujeres piadosas que hacían vida en común. Será en 1264 cuando abracen la Regla de Santo Domingo y construyan en el arrabal de San Frontis lo que a partir de ese momento se convertirá, ya sí, en su convento. Debido a una crecida del Duero en 1540 se trasladan al barrio de Cabañales, al Convento de Santa María la Real de las Dueñas, su residencia actual, donde en el coro alto conservan como su gran tesoro la Sagrada Forma fracturada en cuatro partes, en un altar propio iluminado con lámpara perpetua.



FUENTES.-
  
- RIVERA DE LAS HERAS, J.A. "Por la catedral, iglesias y ermitas de la ciudad de Zamora". 
  Edilesa, 1ª edición. 2001
- "Todo el Románico de Zamora". Fundación Santa María La Real. Aguilar de Campoo, 2010.
- FERRERO FERRERO, F. "La configuración urbana de Zamora durante la época románica".
  Studia Zamorensia. ISSN 0214. Nº 8. 2008
- CABAÑAS VÁZQUEZ, C. "Las huellas del tiempo en el plano de Zamora". Ayuntamiento de Zamora 2002
- PÉREZ MARTÍN, S. "Iglesia de Santa María la Nueva. Una aproximación a su restauración". Proyecto Cultural Zamora Románica.
- PÉREZ MARTÍN, S., MARTÍN BAILÓN, M. A. y MACEDO COELHO, L. “Recomponiendo un puzle. Disquisiciones acerca de la restauración e interpretación de unas pinturas de estilo gótico lineal en la iglesia de Santa María la Nueva de Zamora”, Ge-Conservación, 2, 2011, pp. 129-145.

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